La superioridad del texto bizantino del Nuevo Testamento

Autor/a

Maurice A. Robinson

Este ensayo fue presentado como parte del Symposium on New Testament Studies: A Time for Reappraisal, llevado a cabo en el Southeastern Baptist Theological Seminary en Wake Forest (Carolina del Norte), entre el 6 y el 7 de abril del 2000. Fue publicado previamente en el recurso de Internet TC: A Journal of Biblical Textual Criticism 6 (2001).

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Este ensayo fue publicado originalmente en inglés por el profesor Robinson como apéndice a su edición del Nuevo Testamento de 2005 (The New Testament in the Original Greek, Byzantine Textform, Chilton Press, coeditada con William Pierpont) bajo el título The Case for Byzantine Priority. La traducción al español es de Norman Simón Rodríguez (abril de 2023, Medellín, Colombia). La presente traducción se encuentra en el dominio público y puede ser copiada y reproducida libremente sin restricción alguna. A lo largo de este documento, la expresión Byzantine Textform fue traducida como «texto de forma bizantina», «forma textual bizantina» o «texto bizantino», según el contexto.

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No ha habido un cambio de opinión entre las personas en cuanto al texto bizantino. Puede que los críticos sean ahora más benignos al referirse a las variantes bizantinas, pero por razones no relacionadas con su naturaleza bizantina. La verdad es que las cosas no han cambiado mucho.

Bob Waltz (correo electrónico)

Introducción

Desde el inicio de la era moderna de la crítica textual en el siglo xix, la reputación del texto de forma bizantina ha sido objeto de cuestionamientos. En razón a que usualmente es asociado a las defectuosas ediciones conocidas como Textus Receptus que se derivaron de la selección irreflexiva de un pequeño de número de manuscritos (en adelante mss) tardíos por parte de Erasmo o Jiménez, los académicos en general han tendido a etiquetar el texto bizantino como «tardío y secundario», debido tanto a la edad relativa de los testigos en existencia de los que proviene la mayoría de la evidencia conocida a su favor como a la calidad interna de sus textos, según la percepción subjetiva de los investigadores. Aún así, aunque la base numérica del texto de forma bizantina se sustenta en los minúsculos tardíos y los unciales del siglo ix y posteriores, la antigüedad de dicho texto se remonta cuando menos a los ejemplares de finales del siglo iv y comienzos del v que le precedieron, como lo reflejan los mss A/02 y W/0321.

Ciertamente, el Textus Receptus tenía sus problemas, siendo uno de los más graves el que no tuvo la capacidad de reflejar la forma textual bizantina de una manera exacta. Pero el texto de forma bizantina no es el Textus Receptus, ni debe ser asociado con él ni con quienes de uno u otro modo lo defienden2. Por el contrario, la forma textual bizantina es la forma que se sabe que predominó en el mundo grecoparlante desde por lo menos el siglo iv hasta la invención de la imprenta en el siglo xvi3. La cuestión que debe ser explicada por cualquier teoría de crítica textual del Nuevo Testamento es el origen, la popularización y la virtual supremacía de la forma textual bizantina en la historia de la transmisión de los textos. Ha habido varios intentos en ese sentido, en la forma bien sea de la hipótesis de la «recensión bizantina del 350 d.C.» de Westcott y Hort4 o la más actual visión del «proceso», promulgada por las escuelas modernas de la metodología ecléctica5. Aún así, ninguna de estas explicaciones resuelve suficientemente la pregunta acerca de este fenómeno, como incluso algunos de sus propios profetas lo han declarado6.

La hipótesis alternativa ha sido rechazada de forma demasiado apresurada, quizás porque, como lo dijo Lake, es por mucho la «menos interesante»7 en términos de teoría y es demasiado simple en aplicación práctica: el concepto de que el texto de la forma bizantina tal y como puede ser detectado en la vasta mayoría de mss puede de hecho reflejar más fielmente la forma original del texto del Nuevo Testamento que cualquier manuscrito, grupo pequeño de manuscritos o tipo textual y, mas aun, que una teoría tal pueda explicar más fácilmente la popularización y supremacía del texto de forma bizantina con muchísimos menos problemas que los que presentan las soluciones alternativas propuestas por la academia ecléctica moderna. Para desarrollar este punto, dos cuestiones deben ser examinadas: primero, se debe demostrar la debilidad de las teorías y metodologías actuales y, segundo, se debe fundamentar la argumentación a favor del texto de forma bizantina como una que es un todo integrado tanto en la teoría como en la práctica.

Un problema del eclecticismo moderno: Secuencias de unidades variacionales y el texto «original» resultante

La praxis ecléctica moderna opera con base en unidades variacionales sin que parezcan preocuparle las consecuencias. La situación resultante es simple: la existencia misma de los mejores textos eclécticos modernos sencillamente no puede ser probada en el transcurso de la historia transmisional, y la afirmación de que estos representan al autógrafo o son su más cercana aproximación no puede ser sustanciada a partir de los datos provenientes de los mss existentes, de las versiones ni de los padres. Calvin L. Porter ha señalado aguzadamente que el eclecticismo moderno, aunque

no se basa en una teoría de la historia del texto… sí refleja una cierta presuposición acerca de dicha historia. Parece asumir que muy tempranamente el texto original fue desmembrado y consiguientemente esparcido hasta los confines de la Tierra, adonde el crítico textual, como una Isis doliente, debe ir a buscarlo haciendo uso de sus habilidades8.

Tal escenario impone una carga imposible de llevar en términos de restauración textual, puesto que no solo el texto original ya no existe en ningún manuscrito o tipo textual conocido, sino que además ningún manuscrito o grupo de manuscritos lo refleja de forma general en sus patrones textuales9. No queda entonces ninguna guía transmisional que indique cómo un texto «original» tal podría verse si se le encontrase10. No sorprende descubrir que las únicas conclusiones certeras del eclecticismo moderno parecen ser que la forma original del texto del Nuevo Testamento (a) no se parecerá a la forma textual bizantina sino que (b) se parecerá al tipo textual alejandrino.

Una cosa es que el eclecticismo moderno defienda numerosas lecturas textuales particulares cuando son consideradas solamente como unidades variacionales aisladas. Otra cosa muy diferente es que el eclecticismo moderno afirme que el resultado secuencial de dichas decisiones aisladas producirá un texto más cercano al autógrafo (o arquetipo canónico) que el producido por cualquier otro método11. Si bien todos los métodos eclécticos utilizan lo que parecen ser criterios internos y externos suficientes para proveer una argumentación convincente y persuasiva a favor de una lectura «original» en cualquier punto dado de variación, es extraña la falta de intentos por defender el texto secuencial resultante como una entidad transmisional en sí misma. El lector lego puede estar absolutamente convencido de una decisión ecléctica individual cualquiera dada su aparente plausibilidad, consistencia y credibilidad presupuesta; los argumentos que se dan a este nivel son persuasivos12. Un problema considerable surge, sin embargo, tan pronto como esas mismas lecturas son visualizadas como una secuencia conectada; en ese momento, el texto resultante debe ser escudriñado en términos transmisionales e históricos.

Colwell anotó que «el método genealógico de Westcott y Hort abatió al Textus Receptus»13. Westcott y Hort apelaron a un esquema genealógico que «no aplicaron… a los manuscritos del Nuevo Testamento», pero aún así aseveraron que habían «mostrado claramente que la mayoría de los manuscritos no debe ser necesariamente preferida para ser considerada la correcta»14. Posibilidad (que es lo único que fue afirmado) no es lo mismo que probabilidad; esta última requiere evidencia, mientras que la primera no. Como Colwell indicó, usando una «posibilidad a priori», Westcott y Hort pudieron «demoler el argumento basado en la superioridad numérica tan urgentemente argüida por los simpatizantes del Textus Receptus»15. El Textus Receptus (y, para todo efecto práctico, el texto de forma bizantina) fue por tanto desbancado en virtud de una hipótesis que no podía ser demostrada siquiera como probable. Los lectores del diagrama genealógico de Hort no fueron informados de que la posibilidad representada por el diagrama, la cual desacreditaba a la forma textual bizantina, no solo no podía ser comprobada, sino que además era altamente improbable a la luz de diversas consideraciones transmisionales. De manera que la teoría de Westcott y Hort postuló su «recensión siria [bizantina] de c. 350 d.C.» tomando posibilidades sin comprobar como su cimiento.

Existe un paralelo: el eclecticismo moderno se enfrenta a un problema más grande que aquel al que se enfrentó el texto bizantino cuando fue atacado por la genealogía teórica de Westcott y Hort. No solo su texto resultante carece de evidencia genealógica dentro de la teoría transmisional, sino que también fracasa al ser evaluado en cuanto a su probabilidad. Que el texto original o cualquiera cercano al mismo falle en perpetuarse a sí mismo dentro de secciones de texto razonablemente cortas es una debilidad clave que afecta a la teoría y al método del eclecticismo moderno. El problema no es que el texto entero de un libro —o aún de un capítulo— del Nuevo Testamento no se encuentre palabra por palabra en algún manuscrito dado, pues la mayoría de los mss (incluyendo a aquellos de la forma textual bizantina) tienen lecturas únicas o divergentes dentro de cualquier porción extensa de texto: no hay dos mss que estén de acuerdo completamente en todos los detalles. Sin embargo, el problema con el aspecto secuencial resultante de la teoría ecléctica moderna es que se puede demostrar que su texto de preferencia repetidamente carece de soporte en los manuscritos aún en secciones cortas de texto, algunas veces aún dentro de un mismo verso16. El problema se incrementa geométricamente a medida que una secuencia de variantes se extiende a lo largo de dos, tres, cinco o más versos17. Esto suscita serios cuestionamientos acerca de la historia transmisional que las decisiones de los eclécticos exigen suponer. Así como pasaba con las genealogías de Hort cuando este recurría a una transmisión posible pero no probable, así es también transmisionalmente implausible que una secuencia corta de variantes no haya dejado testigos a su favor en la tradición manuscrita; la probabilidad de que tal cosa ocurra de forma repetida es virtualmente nula.

El eclecticismo moderno crea un texto que, después de varias secuencias cortas, rápidamente se degrada y se convierte en uno que no tiene ningún respaldo entre los testigos manuscritos, versionales o patrísticos. El problema se agrava aún más a medida que el alcance de la variación secuencial se incrementa18. Una de las quejas contra el texto de forma bizantina ha sido que este no pudo haber existido tempranamente debido a que no existe ni aun un solo ms anterior al siglo iv que refleje el patrón de coincidencias entre testigos que es característico de dicha forma19, aún cuando la forma textual bizantina puede demostrar que su patrón específico está presente en la vasta mayoría de los testigos desde por lo menos el siglo iv en adelante20. No obstante esto, a aquellos que usan los textos eclécticos modernos se les pide que acepten un «original» que se les ofrece y que, de manera similar, no tiene ningún tipo de patrón de coincidencias, ni siquiera al considerarse porciones breves de texto, que le vincule inequívocamente a la evidencia hallada en siquiera un ms, grupo de mss, versión o testigo patrístico al considerarse la tradición manuscrita en su totalidad. Tal es el pertinaz palo en la rueda del texto «original» del eclecticismo moderno. Si se puede formular una crítica legítima en contra de la forma textual bizantina en razón a que los testigos tempranos no reflejan su patrón específico de lecturas, los modelos eclécticos de la actualidad (en todas sus ediciones) pueden ser criticados con aun mayor severidad, toda vez que los textos que se obtienen de ellos demuestran un patrón de lecturas que no existe en los testigos sobrevivientes21. El principio de la navaja de Ockham debe ser aplicado aquí22; todo estudioso que quiera usar de prudencia debe preguntarse cuál de las dos teorías posee la menor cantidad de puntos especulativos o cuestionables al ser examinada desde todos los ángulos.

Los proponentes del eclecticismo moderno no consiguen ver que el texto al que llegan es merecedor de una mayor condenación23 cuando no solo es a duras penas posible imaginar que dicho texto hubiera podido ocurrir en un proceso histórico de transmisión mínimamente razonable, sino que también la historia transmisional (cualquiera que sea) que se requeriría para explicar el texto al que ellos llegan no es ni siquiera remotamente probable en ningún tipo de circunstancias normales. Pese a esto, los eclécticos modernos se empeñan en objetar un argumento menos relevante, alegando falta de evidencia en cuanto a la plausibilidad de que el texto bizantino se hubiera propagado en áreas fuera de Egipto durante los primeros siglos (áreas no propicias para el descubrimiento arqueológico de mss), mientras que su propio texto reconstruido requiere una historia transmisional hipotética que contradice la evidencia textual a lo largo de todos los siglos. No se puede decir que ambas teorías están en una situación comparable.

Es por lo visto difícil en extremo el mantener la autenticidad de un arquetipo o un autógrafo cuando se construye un texto ecléctico de manera artificial si dicho texto, al ser revisado secuencialmente, no tiene patrones paralelos o indicios reconstruíbles en ni siquiera un solo texto del Nuevo Testamento; esto es así máxime cuando otros tipos y formas textuales, supuestamente «secundarias», se preservan en un corpus de testigos sobrevivientes razonablemente grande y en un nivel aceptable de reconstructibilidad.

Bases principales para un método fundado en la hipótesis de la prioridad24 bizantina

Cualquier método que pretenda reconstruir el texto original del Nuevo Testamento debe ceñirse a ciertos lineamientos y procedimientos propuestos por la normativa académica de la crítica textual. No basta con meramente declarar una forma del texto como superior so pretexto de una ausencia de evidencia, ni promover una teoría usando solo evidencia parcial y seleccionada intencionalmente para favorecer el punto de vista en cuestión25. La falta de ecuanimidad en este asunto plaga gran parte del eclecticismo razonado moderno26, ya que las lecturas preferidas son con demasiada frecuencia defendidas simplemente porque no son bizantinas. Los principios de la evidencia interna son asimismo manipulados, como queda de manifiesto cuando se apela reiteradamente a lo que «la mayoría de los escribas» (esto es, los responsables de la existencia del texto de forma bizantina) harían en una situación dada, cuando en realidad «la mayoría de los escribas» no hacían nada mínimamente parecido en su práctica usual27.

El verdadero reto al que la crítica textual del Nuevo Testamento se enfrenta es la necesidad de ofrecer una explicación transmisional de la historia del texto que incluya una visión exacta de los hábitos de los escribas y de las circunstancias transmisionales normales. Esta explicación deberá concordar con los hechos y no deberá presuponer la invalidez del texto de forma bizantina. Esta proposición no es un procedimiento nuevo ni un acto de disensión frente a un consenso previo; esto se puede evidenciar en que en la teoría misma de Westcott y Hort (que ellos aplicaban de manera bastante diferente, por supuesto) está expresada una hipótesis que esencialmente favorece la prioridad bizantina. La metodología planteada por la escuela de la prioridad bizantina está alineada, de hecho, de manera más fidedigna con la metodología de Westcott y Hort que cualquier otra28. Hort expresó muy claramente en su Introduction los principios que, siendo aplicados directamente, podían legítimamente fortalecer la posición de la prioridad bizantina (esto a pesar de una plétora de comentarios que hizo para restar fuerza a esta posibilidad):

Tan pronto como la cantidad de ejemplares de una minoría exceden lo que puede ser explicado como una coincidencia accidental… su concordancia… puede ser explicada únicamente como derivada de vínculos genealógicos[. Habr]emos trascendido entonces de considerar relaciones puramente numéricas y la necesidad de examinar las genealogías tanto de la minoría como de la mayoría se habrá hecho innegable. Se mantiene de hecho una asunción teórica en el sentido de que una mayoría de documentos sobrevivientes representa con mayor plausibilidad a una mayoría de documentos ancestrales en cada una de las etapas de transmisión que si fuera una minoría29.

No hay nada inherentemente equivocado en la «asunción teórica» de Hort. Si se descuentan los múltiples comentarios anti-bizantinos presentes a lo largo y ancho de toda la Introduction30, Westcott y Hort en su teoría se echaron atrás para aceptar y adherirse implícitamente a este principio inicial de acuerdo con otros principios buenos y sólidos que ellos mismos también defienden en otros lugares. De este modo, una «verdadera» teoría de Westcott y Hort que no excluyera a la forma textual bizantina desde el inicio reflejaría lo que se esperaría que ocurriera con una transmisión textual desarrollada de forma «normal»31. De hecho, la «asunción teórica» inicial de Hort halla franca aceptación en el campo extrabíblico. Fredson Bowers supone una «normalidad» básica de transmisión como factor controlador en la diseminación de todos los documentos escritos a mano32; también sostiene que un texto reflejado en una abrumadora mayoría de mss tiene una mayor probabilidad de haber tenido un origen cronológico anterior al de cualquier texto que se pueda hallar en una pequeña minoría:

[El análisis genealógico textual] concuerda con la práctica científica en cuanto ambos requieren la asunción de normalidad como la base de cualquier hipótesis de trabajo… Si uno coteja 20 copias de un libro y encuentra… que solamente 1 copia muestra un estado no corregido… la «normalidad» hace altamente probable que la corrección… haya sido hecha en un punto más temprano en el tiempo… que [una forma]… que muestra 19 ejemplares con textos no corregidos y solo 1 con texto corregido… Las posibilidades matemáticas de que esta muestra de 20 copias pueda ser extrapolada asumiendo normalidad son altísimas33.

Esta afirmación difiere poco de aquella hecha por Scrivener hace 150 años34 y sugiere que es quizás la academia moderna la que ha abandonado la «normalidad» (una visión científica del desarrollo transmisional que tiene en cuenta consideraciones probabilísticas) para estar a favor de un enfoque que trata los datos de manera subjetiva35. Para completar la comparación con el campo extrabíblico, los eclécticos modernos también deberían considerar los comentarios recientes de D. C. Greetham:

Cuando se confía en las percepciones individuales de un crítico (a menudo presentadas tras un disfraz de metodología «científica»)… el resultado puede ser eclecticismo extremo, subjetividad y normalización según los dictámenes estéticos de dicho crítico… El extremo opuesto… sostiene que… la única opción honesta es seleccionar aquel… documento sobreviviente específico que… parece representar la intención del autor de la mejor manera y, después de haber hecho esta elección, ceñirse a las lecturas de ese documento tan exactamente como sea posible36.

Cuando se consideran las posibilidades arriba mencionadas, la «asunción teórica» inicial de Hort resulta ser la que representa el punto medio, una basada en la ciencia, una que está en la posición de corregir los dos extremos mencionados por Greetham. Como dijo Colwell,

Necesitamos un Hort Redivivus. Lo necesitamos como una contra-influencia que se enfrente a los dos errores de los que he estado hablando: (1) la ignorancia de la historia de la tradición manuscrita y (2) el énfasis exagerado en la evidencia interna de las lecturas. En el trabajo de Hort dos principios (y solo dos) son tenidos como importantes a tal grado que están impresos en letras mayúsculas e itálicas en la tabla de contenidos. El uno es: «TODA RESTAURACIÓN FIDEDIGNA DE TEXTOS CORRUPTOS DEBE ESTAR FUNDADA EN EL ESTUDIO DE SU HISTORIA» y el otro es: «PRIMERO SE DEBEN ENTENDER LOS DOCUMENTOS ANTES DE DAR DICTÁMENES FINALES ACERCA DE LAS LECTURAS»37.

A pesar de su antipatía hacia la forma textual bizantina y de proponer una reconstrucción histórica que buscaba mostrar a dicha forma como un resultado secundario de una corrección formal realizada en en siglo iv, Westcott y Hort no escatimaron en esfuerzos para enfatizar en la importancia de la historia transmisional y sus elementos relacionados como la clave para determinar el texto original del Nuevo Testamento38. De haber prevalecido la objetividad, se habría favorecido al más probable escenario, aquel congruente con un texto predominantemente bizantino39. En ese sentido, la presente teoría de prioridad bizantina refleja un regreso a las ideas de Hort con el propósito de explorar la cuestión de la transmisión textual sin incorporar la idea de una supuesta recensión bizantina formal.

Este enfoque transmisional por supuesto que tiene paralelos en la crítica textual. La crítica textual de las épicas homéricas procede de la misma manera. No solamente las obras de Homero tienen más evidencia manuscrita disponible que cualquier otra obra de la literatura clásica (aunque mucha menos que la disponible para el Nuevo Testamento), sino que también Homero está representado en mss provenientes de un amplio rango cronológico y geográfico, desde papiros tempranos hasta los unciales y los minúsculos de la era bizantina40. Los paralelos con la situación transmisional del Nuevo Testamento son notablemente similares, puesto que los textos homéricos existen en tres formas: una corta, una larga y una intermedia.

  1. Se considera que la forma corta en Homero refleja la destreza de los alejandrinos en cuanto a crítica y revisión académica del texto41; el texto alejandrino del Nuevo Testamento es claramente más corto, tiene conexiones alejandrinas claras y bien puede reflejar actividad recensional42.

  2. La forma larga del texto homérico está caracterizada por expansiones y «mejoras» escribaniles; se considera generalmente que el texto occidental del Nuevo Testamento fue el «texto popular no controlado» del siglo ii y que tuvo características similares.

  3. Entre estos extremos, un texto «medio» o «vulgar» existe, el cual resistió tanto las expansiones populares como las revisiones críticas; este texto continuó en una forma bastante invariable desde el periodo temprano hasta la era de los minúsculos43. La forma textual bizantina del Nuevo Testamento refleja una continuidad semejante desde al menos el siglo iv en adelante.

Aún así, las conclusiones de los académicos homéricos, basadas en un enfoque transmisional-histórico, contrastan marcadamente con las del eclecticismo del Nuevo Testamento:

Debemos asumir que el original… fue un texto medio [=vulgar]… Los textos más largos… fueron gradualmente descartados: si hubiera habido… libre circulación de copias largas, medias y cortas en todos los periodos, es difícil entender cómo dicho proceso pudo haber comenzado. Por consiguiente, la necesidad de explicar la final predominancia del texto medio, cuando se demuestra que los críticos no pudieron en manera alguna crearlo, nos lleva a asumir que un texto medio o vulgar permaneció en existencia durante el tiempo completo de la transmisión manuscrita de Homero. Esta consideración… revive la visión… de que el texto homérico vulgar existía antes del periodo alejandrino… [Lo que] nos impele a asumir un texto central, promedio o vulgar44.

No solamente es asombroso el paralelo entre las historias transmisionales del Nuevo Testamento y de Homero, sino que también la misma situación existe en relación con el trabajo de Hipócrates. Allen apunta que «el texto real de Hipócrates en los días de Galeno era básicamente el mismo que el de los mss medievales… [justo como] el texto de [Homero en] el siglo i a.C… era igual al de los minúsculos del siglo x»45.

Tanto en la tradición clásica como en la del Nuevo Testamento parece existir una «continuidad escribanil» de un «texto estándar» básico que permaneció relativamente estable, siendo preservado por la actividad natural de los copistas a lo largo de los siglos, quienes simplemente se limitaban a copiar fielmente el texto que tenían en frente. Adicionalmente, dicho texto parece prevalecer dada la más grande cantidad de copias en Homero, Hipócrates y la tradición del Nuevo Testamento. A no ser que hubiera un indicio inequívoco de que estos consensos fueron producidos por una recensión formal, parece que la actividad normal de los escribas y la continuidad transmisional preservaría en la mayoría de los manuscritos «no solo un texto muy antiguo, sino también una línea muy pura de un texto muy antiguo»46.

Principios a aplicar para restaurar el texto

La posición que favorece la prioridad bizantina (o especialmente la denominada posición del «texto mayoritario») es con frecuencia caricaturizada como interesada solo en el peso de los números y en simplemente «contar cabezas» de manuscritos al momento de tratar de restaurar la forma original del texto del Nuevo Testamento47. Aparte del hecho de que un método mecánico y simplista como ese no ofrecería ninguna solución en los muchos lugares donde el texto de forma bizantina está dividido en su corpus de testigos, tal caricatura lleva a inferir que dentro de esta teoría no existe ninguna aplicación seria de los principios de la crítica textual del Nuevo Testamento. Esto, sobra decirlo, no es correcto. Hay criterios externos e internos que caracterizan a una praxis favorable a la prioridad bizantina, y muchos de estos se parecen grandemente o son idénticos a los principios promulgados por otras escuelas de restauración textual. Por supuesto, los principios de la prioridad bizantina necesariamente difieren en aplicación cuando se les compara con la forma en la que otras corrientes los aplican.

Los principios de la posición de la prioridad bizantina reflejan un «transmisionalismo razonado» que evalúa evidencia interna y externa a la luz de probabilidades transmisionales. Este enfoque hace énfasis en el efecto de los hábitos de los escribas en cuanto a la preservación, alteración o corrupción del texto; el reconocimiento de desarrollos transmisionales que llevan a agrupar textos según familias o tipos; y la continuada conservación del texto en su integridad general según lo muestran nuestros aparatos críticos. El principio abarcador es que la crítica textual es imposible cuando se prescinde de la historia de la transmisión48. Para alcanzar este objetivo, todas las lecturas deben ser enmarcadas en una historia transmisional considerándolas como secuencias de lecturas, y ninguna lectura puede ser pensada aisladamente como una «unidad variacional» desconexa del resto del texto.

En este sistema, la declaración de veredictos sobre las lecturas tiene como prerrequisito la fuerte aplicación de evidencia interna después de haberse realizado una evaluación inicial de los datos externos49. La teoría de la prioridad bizantina, por cuanto se basa primordialmente en factores transmisionales, constantemente está estableciendo relaciones entre sus criterios internos y las consideraciones externas. Esta metodología siempre formula la pregunta inicial: ¿en verdad concuerda la lectura que podría parecer la «mejor» a partir de factores internos (sin importar si parecen muy plausibles) con los factores transmisionales que conocemos acerca de la perpetuación y preservación de los textos?50 Tal enfoque se asemeja al de Westcott y Hort, mas con la advertencia adicional de que no se debe descartar la forma textual bizantina como un factor transmisional significativo. De hecho, aunque la presente teoría en muchos aspectos permanece harto cercana a la de Westcott y Hort, la diferencia esencial se refleja en ciertas suposiciones clave y en algunos principios menos notorios. Por causa de estas consideraciones iniciales, nuestras conclusiones acerca de la forma original del texto del Nuevo Testamento ineludiblemente se apartan de forma notable de las conclusiones de Westcott y Hort.

Principios de evidencia interna

Los principios básicos de la evidencia interna y externa que los defensores de la prioridad bizantina usan se les harán bastante reconocibles a aquellos que practican bien sea el eclecticismo riguroso o el razonado. Al menos un principio es omitido, uno que goza de popularidad (el de favorecer la lectura más corta); otros principios son aplicados con cautela dentro de un marco basado en consideraciones transmisionales y en el que la evidencia externa retiene un peso significativo. Entre los principios primarios de la evidencia interna están:

1. Se debe preferir la lectura que con mayor plausibilidad dio origen a todas las demás dentro de una unidad variacional. Este principio encaja perfectamente dentro de un proceso primordialmente transmisional; es usado tanto por los eclécticos rigurosos como por los razonados, y es el principio orientador del método «local-genealógico» de Nestle y Aland51. Para la escuela de la prioridad bizantina, este principio posee gran peso: es extremadamente importante intentar explicar la popularización de todas las lecturas dentro de una unidad variacional, teniendo en mente la transmisión de secuencias de lecturas. El modelo ecléctico constantemente se dedica a evaluar unidades variacionales de forma aislada, intentando determinar en cada caso individual aquella lectura que parece la que con mayor plausibilidad produjo todas las demás dentro de esa unidad variacional. En contraste, este principio, en su versión de la escuela de la prioridad bizantina, insiste en que no se tome una unidad variacional de forma desligada del resto del texto y en que en cambio se indague siempre cómo la lectura que parece ser la superior en cualquier unidad variacional se encuadra en un panorama general integral de la transmisión del texto. Dicho procedimiento requiere considerar las lecturas de todas las unidades que están cerca unas de otras: cómo se desarrollaron, cómo se perpetuaron, cómo llegaron a tener la representatividad relativa que tienen dentro de los datos disponibles. Este procedimiento exalta el valor total de este principio y funge como talanquera para evitar exageraciones en su aplicación.

El principio no es negado, sino modificado. El investigador textual debe siempre preguntar si la lectura que inicialmente parece ser la que dio origen a todas las otras en una unidad variacional dada es, asimismo, en virtud de su historia transmisional, aquella que con mayor plausibilidad dio origen a todas las otras lecturas en el texto circundante visto como un todo. Si uno asume inicialmente que una lectura con respaldo transmisional extremadamente débil es la original, debe también ofrecer una explicación suficiente de cómo las otras lecturas que son candidatas a ser originales pudieron haberse derivado de la primera, y también de cómo dichas lecturas terminaron relacionadas transmisionalmente con las unidades variacionales de su vecindad. Cuando dichas explicaciones se vuelven difíciles de sostener, esto de por sí es indicio de que otra lectura en una unidad dada podría, de hecho, ser la fuente de todas las lecturas candidatas, y de que el investigador debería reexaminar su hipótesis en vez de aceptar lo que inicialmente parecía más plausible al ser visto aisladamente. Solo así puede llegarse a una decisión final acerca de una lectura candidata dentro de cada unidad variacional. Esta es la forma de operar del «transmisionalismo razonado».

2. Se debe preferir aquella lectura que tiene menores probabilidades de haber sido creada por un escriba. Este canon interno se predica sobre la suposición de que los escribas no producían textos sin sentido a propósito, ni a propósito modificarían un pasaje para hacerlo más difícil de entender. Cuando una palabra de uso común estaba presente en un ejemplar, el escriba normalmente no la sustituía por una palabra poco usada. Aún así, se daba que los escribas producían textos sin sentido de forma accidental, y a veces podían incluso ofuscar una lectura clara y simple por razones desconocidas. Ahora, es preciso mencionar a manera de aclaración este corolario transmisional: las lecturas difíciles creadas por escribas individuales no tendieron a perpetuarse a ningún grado significativo dentro de la historia de la transmisión. Este principio puede ser evidenciado en cualquier aparato relativamente completo si se examinan las muchas lecturas singulares o cuasisingulares que nunca o rara vez se perpetuaron. Lo mismo se puede decir de lecturas que están presentes en pequeños grupos de manuscritos bien sea por causa de vínculos entre familias o subtipos, o por coincidencia. Aplicando entonces el corolario al principio primario, la lectura más difícil ha de preferirse cuando dicha lectura esté presente en la mayoría transmisional de testigos, no cuando lo esté en un solo testigo o en una minoría interrelacionada. La lógica detrás de esta suposición es obvia: a pesar de que una minoría de escribas podría adoptar una lectura difícil cualquiera por al menos un tiempo, es pequeña la probabilidad de que la vasta mayoría de escribas la adoptara existiendo una más simple, y dominante, derivada del autógrafo. El investigador tiene aún el deber de demostrar, sustanciado en razones internas, que la lectura «más difícil» es en verdad la original, y además de ello debe mostrar la plausibilidad transmisional de que esa lectura es la original dentro de la unidad variacional52.

3. Deben preferirse las lecturas que concuerdan con el estilo, el vocabulario y la sintaxis característicos que se conocen del autor. Aunque este principio es válido, su aplicación en la práctica ecléctica moderna adolece de grandes equivocaciones. Otros factores, incluyendo la historia transmisional, deben ser considerados antes de que se pueda llegar, con base en consideraciones estilísticas, a una conclusión firme en cuanto a un pasaje dado53. Simplemente que και or ευψυω sean «característicos» de Marcos o ουν de Juan no implica que automáticamente se deba preferir una lectura con estas palabras por encima de las alternativas. Los criterios estilísticos tomados de forma aislada pueden fácilmente llevar a decisiones erróneas si el grado y la calidad de la evidencia transmisional no son consideradas de manera equilibrada. Una suposición básica es que los escribas en general no estaban tan inclinados a alterar el estilo y el vocabulario de un autor dado cuando copiaban el texto que tenían en frente. Adicionalmente, en una situación dada cualquiera, una minoría de escribas podía crear una variación intencional o accidental que o bien modificaba el texto para hacerlo consistente con el estilo de un autor o bien para apartarlo del estilo normal de un autor. Los criterios transmisionales sirven como un sistema de pesos y contrapesos para limitar las consideraciones meramente estilísticas, sintácticas, de contenido y de vocabulario, permitiendo que se llegue a un resultado más certero. Cuando se tienen en cuenta cuidadosamente las consideraciones transmisionales, se previene una aceptación ingenua de una variante solamente sobre el fundamento de la cercanía estilística, especialmente cuando dicha cercanía depende de mss que fluctúan estilísticamente dentro de un mismo libro dado del Nuevo Testamento54.

Por ejemplo, ¿qué se debería hacer con ουν en Juan? Ciertamente, esta palabra es distintiva del estilo juanino, y si se aplicaran los principios eclécticos en toda su fuerza, debería quizás ser siempre preferida (aunque esta decisión podría verse alterada en respuesta a consideraciones estructurales)55. El eclecticismo razonado moderno parece preferir ουν solamente cuando esta palabra está soportada por los mss favorecidos por esta corriente, aún si dicho soporte es débil. Desde el punto de vista transmisional-histórico, ουν sería descartado cuando se encontrara en un estado de limitada perpetuación en una pequeña minoría de testigos, debido a la carencia de una cantidad aceptable de evidencia transmisional. La metodología ecléctica moderna no puede distinguir de manera satisfactoria entre un ουν juanino y uno no juanino ni sobre la base de criterios internos ni haciendo uso de su pequeño grupo de manuscritos preferidos. Es necesario que exista un criterio transmisional que permita evaluar la autenticidad de las lecturas, dado que casos como este no pueden ser resueltos solo apelando al estilo, a la escasez de evidencia externa o a la lectura que pudo haber dado origen a las demás. Las consideraciones transmisionales ofrecen una mejor solución en estos casos que las metodologías eclécticas. De manera similar, ¿cómo se debería tratar la variación entre δε y ουν en Juan? Este evangelio usa, de hecho, con mayor frecuencia δε que ουν (en el texto bizantino, δε aparece 231 veces y en el NA27 aparece 212 veces; ουν aparece 201 veces en el texto bizantino y 200 en el NA27), aún cuando ουν es «estilísticamente juanino». Por tanto, δε no puede ser descartado cuando se encuentra en competencia con ουν. La solución óptima (y la única) es hacer uso de toda la evidencia externa, complementándola con un panorama sólido de las consideraciones histórico-transmisionales aplicables.

4. Se deben rechazar las lecturas que claramente tratan de armonizar o asimilar el fraseo de un pasaje con el de otro. Con solo mirar las páginas de un aparato crítico se puede evidenciar una y otra vez que los escribas a veces realizaban armonizaciones o asimilaciones entre pasajes o contextos paralelos. Colwell señaló que la armonización con paralelos presentes en el contexto más inmediato ocurría con mayor frecuencia que la armonización entre pasajes distantes56. Aún así, es importante distanciarse diligentemente de la presunción de que cuando hay paralelos que presentan identidad verbal, esto es evidencia indicativa de no autenticidad. Solo porque pudo haber ocurrido armonización o asimilación en un lugar dado, no se puede asumir que los escribas solían armonizar todas las veces que les era posible. Además, cuando sí se presentaba armonización escribanil, esta no era más característica de los escribas de la era bizantina que de los escribas de otras eras. Una vez más, los aspectos transmisionales deben seguir siendo la base primaria para la toma de decisiones. Los aparatos demuestran que la mayoría de los numerosos casos de armonización o asimilación no se perpetuaron en grandes cantidades. Si bien los escribas sí armonizaron en diversos lugares, y esto de manera bastante frecuente, la gran mayoría de los escribas no aceptó ni perpetuó tales alteraciones de manera significativa alguna. Aún si ciertas ubicaciones paralelas fueran conocidas por el escriba dada su familiaridad con las Escrituras, los escribas en la mayoría de los casos no adaptaron ni añadieron al texto material que no estuviera presente en el ejemplar que tenían frente a ellos. Dicho simple y llanamente, no ocurrió armonización a gran escala57. Sería una absurdidad transmisional asumir que un gran número de escribas «propensos a armonizar» adoptaron unas pocas docenas de armonizaciones en sus manuscritos bizantinos cuando, al mismo tiempo, no fueron capaces de continuar el proceso en cientos de lugares diferentes donde otros escribas habían producido armonizaciones más plausibles y atractivas, ninguna de las cuales fue incorporada en la corriente principal de transmisión58.

La pregunta puede ser formulada de manera precisa: ¿eran los escribas más propensos en un momento dado a editar el texto para armonizarlo, o tendían más bien en general a simplemente copiar y preservar aquello que tenían frente a ellos? La respuesta se puede obtener solamente examinando los datos de los aparatos, los cuales demuestran la realidad transmisional. Queda de manifiesto que la mayoría de las veces los escribas mantenían y preservaban el texto de su ejemplar. Cuando ocurría armonización o asimilación, esta era esporádica. Los manuscritos que sistemáticamente armonizaron entre pasajes paralelos fueron pocos (vgr., los escribas del Códice de Beza y algunos testigos cesariences tienen típicamente una mayor proclividad a armonizar que la que se les endilga a los escribas bizantinos). Aunque algunas lecturas bizantinas puede que parezcan armonizadas en algunos lugares, sería una falacia acusar a los escribas bizantinos de tener una tendencia a armonizar, dadas las siguientes razones: (a) los manuscritos bizantinos no presentan armonización en la mayoría de las situaciones; (b) las aducidas armonizaciones dentro del texto de forma bizantina son relativamente poco frecuentes; (c) las aducidas armonizaciones bizantinas con frecuencia no concuerdan siquiera con precisión con los pasajes paralelos; y (d) los escribas bizantinos no efectuaron armonizaciones en cientos de lugares donde una minoría de escribas supuestamente más tempranos habían creado armonizaciones altamente persuasivas y atractivas59.

5. Las lecturas motivadas por la piedad o la religiosidad del escriba y que reflejan expansiones o alteraciones de ocurrencia común son secundarias. Desde una perspectiva transmisional-histórica, este principio es concebido de una forma un tanto diferente a aquella en la que usualmente se formula. Las expansiones o sustituciones piadosas iniciadas por un único escriba o por un pequeño número de escribas no tenían una alta probabilidad de ganar aceptación dentro de la tradición manuscrita. Si esto no hubiera sido así, se habría evidenciado una continua expansión de nombres divinos y títulos: «Jesús» se habría convertido en «Jesucristo», luego en «el Señor Jesucristo», luego en «el Señor y Salvador Jesucristo». «Señor» se habría convertido en «Señor Jesús» o «Señor Dios»; «Espíritu» se habría convertido en «Santo Espíritu», y así sucesivamente. Aunque se puede demostrar que dichas alteraciones y expansiones ocurrieron frecuentemente dentro de la tradición manuscrita, dichos casos siguen siendo esporádicos, localizados y compartidos solo entre una pequeña minoría de escribas. La mayoría de los escribas del Nuevo Testamento no se aplicó a la expansión pietística a escala industrial. Análogamente, cuando una minoría de testigos carece de uno o más apelativos, esto no implica que todos los demás testigos hubieran incurrido en expansión pietística. La lectura más corta puede deberse a la omisión accidental causada por nomina sacra en una misma frase que terminaban en las mismas letras (homoioteleuta). No se debe presuponer que, asumiendo condiciones transmisionales normales, la mayoría de los escribas adoptó de forma meramente fortuita y no sistemática lecturas que habían sido pietísticamente expandidas. Una minoría de escribas, sin embargo, fácilmente pudo haber expandido de forma deliberada u omitido de forma involuntaria. Si la expansión piadosa fuera en verdad típica y dominante, quedaría la pregunta de por qué la mayoría de dichos casos no fueron adoptados por la mayoría transmisional. No se pueden sostener dos posturas contradictorias al mismo tiempo: o bien los escribas mostraban ciertos patrones en masa, o bien practicaban ciertos hábitos de forma mayormente individual o esporádica. Dado que las lecturas caprichosas producidas por escribas individuales no eran adoptadas por la tradición transmisional, no debería existir duda alguna en cuanto a la situación real de los textos. Un ejemplo de «perpetuación limitada» está en 1 Cor. 5:5 (nomina sacra en versalitas):

τη ημερα του κυ NA27 𝔓46 B 630 1739 pc Tert Epiph
τη ημερα του κυ ιυ 𝔐 𝔓61vid א Ψ vgst
τη ημερα του κυ ιυ χυ D pc b Ambst
τη ημερα του κυ ημων ιυ χυ A F G P 33 104 365 1241s 1881 al a vgcl syp, h** cop Lfc

Mientras los defensores del eclecticismo moderno podrían argumentar que todas las lecturas excepto la más corta (la preferida por NA27) son «expansiones pietísticas», dicho enfoque es demasiado simplista e ignora las probabilidades transmisionales y transcripcionales que apuntan claramente a la forma textual bizantina como la que contiene la lectura de la que todas las otras se derivaron60.

Los manuscritos que componen la mayor parte de la forma textual bizantina (básicamente 𝔐 en NA27) no adoptaron las otras expansiones «previsibles» que se encuentran en otros testigos (κυ ιυ χυ o κυ ημων ιυ χυ). Además, si el texto del NA27 fuera en verdad el original, sería bastante peculiar el hecho de que casi todos los escribas de la era bizantina se detuvieron en κυ ιυ sin embellecerlo, especialmente cuando dicha lectura se encontraba en manuscritos supuestamente «más tempranos» de las tradiciones occidentales y alejandrinas. Este es un argumento altamente persuasivo en favor de que la gran mayoría de los escribas de la era bizantina no crearon ni perpetuaron expansiones pietísticas, sino que simplemente preservaron el texto que tenían frente a ellos en sus ejemplares61.

Es transmisionalmente más plausible que la pequeña minoría de manuscritos alejandrinos y cesarienses (𝔓46 B 630 1739 pc) haya producido sus lecturas a partir de las bizantinas simplemente por causa de un homoioteleuton al pasar de Υ a Υ. La idea de una lectura minoritaria creada por un error transcripcional es mucho más fácil de aceptar que la propuesta de que esta lectura más corta es la fuente a partir de la cual la mayoría bizantina habría creado una —por demás incompleta— expansión.

6. La evaluación primaria de las lecturas debe basarse en el estudio de probabilidades transcripcionales. Este principio se remonta a Westcott y Hort y no tiene debilidades inherentes. Los escribas ciertamente erraban y hacían alteraciones voluntariamente, y las lecturas deben ser categorizadas y sopesadas de acuerdo a su consistencia con dichas tendencias escribaniles62. Otros métodos aplican este principio de forma inconsistente, más o menos según las preferencias del crítico; la aplicación de este principio, por consiguiente, deviene injustamente sesgada.

Es necesario reconocer este aspecto transmisional: un error o alteración deliberada realizados en un solo manuscrito o en unos pocos manuscritos tiene bajas probabilidades de ser perpetuado en grandes cantidades. Las muchas lecturas singulares y cuasi-singulares que existen demuestran la poca plausibilidad de de que una creación escribanil transcripcional se extendiera mucho más allá del manuscrito o manuscritos que la produjo originalmente. Las probabilidades de que una alteración no absurda posterior al autógrafo se extendiera más allá de un pequeño grupo de testigos localizados son bajas. De hecho, tales lecturas, las cuales sirven para caracterizar a los testigos de tipos textuales minoritarios, generalmente se mantienen limitadas y localizadas. No tiene ningún peso la aseveración de que cualquier alteración deliberada o error transcripcional podría ganar la cooperación de los escribas hasta el punto de dominar enteramente la corriente de transmisión: se ha demostrado que los escribas no incurrieron en esta práctica a gran escala. Los ejemplares más antiguos servían para anular el crecimiento y la diseminación generalizada de las alteraciones escribaniles más posteriores, manteniendo efectivamente bajo control la rebosante masa de variantes minoritarias. De esto se sigue un importante corolario:

7. Es más probable que la fuente inicial de muchas variantes no absurdas haya sido el error transcripcional y no la alteración deliberada. Muchas lecturas variantes se derivan de causas transcripcionales. Aun cuando este principio incluye todos los casos en los que se han producido «absurdidades» puras, también incluye muchos en las que el resultado final de alguna manera «encaja semánticamente» dentro del contexto. Las lecturas no absurdas pueden resultar de la simple omisión de una letra, sílaba o palabra; así también las lecturas producidas por haplografía, dittografía, homeotéleuton u otras formas de error transcripcional63. Incluso un error que hubiera dado pie a una variante absurda pudo haber resultado después en otras variantes no absurdas, creadas para tratar de corregir el error inicial.

Cuando se examina una unidad variacional cualquiera, se debe primero considerar si hay factores transcripcionales que habrían podido causar una o más de sus lecturas. Una solución más plausible resultará de este enfoque que de uno que suponga la menos frecuente alteración deliberada. Si bien muchas lecturas pueden ser explicadas solamente echando mano de la alteración intencional, el principio primordial sigue siendo válido, esto es, que se debe buscar primero una causa transcripcional para las lecturas variantes. Muchas lecturas podrían deberse o bien a error transcripcional o bien a alteración intencional. Siempre se debe ponderar la evidencia antes de dar por sentado que una es la causa y la otra no64.

8. No se debe preferir ni la lectura más corta ni la más larga. El principio ecléctico-razonado aquí dejado por fuera es el bien conocido lectio brevior potior, esto es, dar prioridad a la lectura más corta, asumiendo que solo se diferencia de la larga en su longitud65, un principio que ha sido cuestionado aun por algunos eclécticos modernos66. No solo es posible poner en duda su legitimidad, sino que también se puede fácilmente justificar la idea de no usarlo para trabajar con él como lineamiento heurístico. El efecto neto de este principio es producir un sesgo a priori con base en observaciones insuficientes acerca de las características internas del texto, sesgo que termina por favorecer a los textos alejandrinos más cortos. La premisa subyacente es inadecuada: se presupone que los escribas tenían una constante tendencia a expandir el texto, bien fuera en lo relacionado con los nombres sagrados o a través de la mezcla combinatoria de narrativas disímiles, esta última derivada de la preocupación de que alguna palabra original se pudiera perder67. De hecho, los hábitos de los escribas, según lo que se puede aprender a partir de los datos que han sobrevivido hasta nuestros días, simplemente no favorecen la antedicha hipótesis. Si los escribas tardíos hubieran hecho según todo lo que se predica de ellos, la forma textual bizantina resultante sería mucho más larga de lo que se tiene en la actualidad: los nombres divinos estarían marcadamente expandidos, los pasajes paralelos tendrían mayor armonía entre ellos y un texto universalmente combinado dominaría. Esto, sencillamente, no es así.

El problema, como es usual, es que la crítica textual se ha apresurado a llegar a conclusiones que, cuando son examinadas cuidadosamente a la luz de los datos disponibles, terminan siendo refutadas. Aunque los escribas en efecto mostraban diversas prácticas que podían producir un texto «más largo», esto solo ocurría de manera independiente, aleatoria y esporádica. Estas expansiones escribaniles minoritarias pueden ser fácilmente discernidas en cualquier aparato crítico (aun entre testigos de la era bizantina) y, consecuentemente, pueden ser descartadas con base en su calidad de minoritarias. Los escribas no expandían ni armonizaban textos en masa, y cualquier principio de evidencia interna que sugiera lo contrario y dependa de ello para ser válido acaba por refutarse a si mismo cuando es contrastado con la evidencia transmisional68.

El principio opuesto, que la lectura más larga es la que debe preferirse, debe ser asimismo rechazado. Unos pocos podrían defenderlo, tales como A. C. Clark y C.-B. Amphoux, quienes favorecen el tipo textual occidental69, pero esta idea no puede ser aplicada mecánicamente, del mismo modo que el principio de la «lectura más corta» tampoco puede serlo, aun si el resultado se pudiera decir aparentemente lógico o plausible. Tal principio no sería compatible con un marco conceptual transmisional. Adicionalmente, tiene un sesgo similar a favor del texto occidental, de la misma manera que el principio de la «lectura más corta» lo tiene a favor del texto alejandrino. No se deben tirar por la borda ni negar aquellos elementos que reflejen una transmisión «normal» solo en virtud de un sesgo que ha sido empaquetado dentro de un principio de crítica textual.

Principios de evidencia externa

El método de la prioridad bizantina considera a la evidencia externa como preeminente dentro de un marco analítico histórico transmisional. La cuestión clave en cualquier unidad de variación no es una determinación de frecuencias absolutas a secas, sino descubrir cómo cada lectura pudo haber surgido y cómo se pudo haber desarrollado en el transcurso de la transmisión hasta dar lugar a los alineamientos cuantitativos y agrupaciones textuales observadas. En función de esto esto, debe usarse una cuidadosa consideración y aplicación de varios principios de evidencia externa en cada lectura de cada unidad variacional70. Algunos de estos criterios son compartidos por varias metodologías eclécticas, pero ninguno de ellos se muestra claramente concernido con factores histórico-transmisionales al ser usado por las mismas.

1. La gran cantidad de evidencia que se ha preservado hasta nuestros días en cuanto al texto del Nuevo Testamento hace que enmendar los textos con base en conjeturas sea inapropiado. El Nuevo Testamento ha sido preservado a un grado muchísimo mayor que cualquier otra obra literaria de la antigüedad que haya sido transmitida de forma manuscrita. Por consiguiente, la probabilidad de que la enmendadura conjetural restaure la forma original del texto es virtualmente nula. Aunque otros críticos no descartan la enmendadura conjetural como una posibilidad, la formulación de conjeturas no tiene una presencia seria en la praxis contemporánea, ni hay tampoco una necesidad apremiante de que la tenga71. La inclusión de conjeturas requiere la aceptación de un modelo histórico que implica también aceptar una catástrofe transmisional sin paralelo alguno, en la cual ninguno de los testigos conocidos (manuscritos, versionales ni patrísticos) pudo preservar el texto original en un pasaje dado. Dada la cantidad de evidencia existente del texto del Nuevo Testamento, una idea como esta se hace dudosa en extremo, pues si fuera en realidad válida, llevaría a poner en tela de juicio todas y cada una de las palabras de los testigos que han sobrevivido72.

2. Se debe sospechar de las lecturas que aparecen solo esporádicamente dentro de la historia transmisional. Asumiéndose la normalidad general de la transmisión manuscrita, el texto original debió haber dejado un rastro significativo en todo el rango de la historia transmisional. En condiciones óptimas, toda lectura original presenta continuidad de perpetuación desde el autógrafo hasta la invención de la imprenta. Las lecturas que cumplen con este criterio gozan de una presunción de autenticidad que no puede ser desbancada fácilmente. Algunos corolarios resultan de esto:

(a) Se debe sospechar de aquella lectura que se preservó solamente en un único manuscrito, una única versión o un único padre. Como con las conjeturas, es transmisionalmente improbable que todos los manuscritos, todas las versiones y todos los padres excepto uno se hubieran extraviado de la lectura original. Aun si algunos testigos son considerados «los mejores» dentro de una porción dada de texto, sigue siendo implausible que tales testigos, por sí solos, puedan haber preservado el texto original a pesar del testimonio de todos los demás testigos. Esto se relaciona con el siguiente corolario:

(b) Se debe sospechar de aquella lectura preservada solo en un grupo reducido de testigos. Así como en el caso del testimonio de un solo testigo, es improbable que una lectura preservada en solamente dos testigos contenga el texto original y desmienta a todos los demás. Este principio puede ser extendido a otros grupos pequeños, sean estos de tres o cuatro manuscritos, o incluso más, siempre y cuando estos grupos sean menos numerosos que un tipo textual grande (que es tratado usando otros principios). Casos como estos reflejan solamente transmisiones esporádicas o limitadas.

3. Se debe valorar altamente la variación en los testimonios. Este principio tiene que ver con dos áreas, ninguna de las cuales es suficiente para establecer el texto por sí misma, pero que, cada una por su cuenta, puede incrementar la evidencia a favor de una lectura dada.

(a) Una lectura respaldada por varias versiones y padres demuestra una más amplia variedad de evidencia a su favor que una lectura que no tenga dicho respaldo. Mientras mayor sea la variedad de evidencia a favor, mayor peso se le debe dar a una lectura. No obstante, si una lectura posee solamente evidencia a favor en las versiones o en los padres, sin aparecer en la tradición manuscrita griega, tal lectura es secundaria. El testimonio patrístico o versional aislado no es suficiente para anular una lectura que goce de una más fuerte evidencia a su favor en la base de mss griegos.

(b) Entre los mss griegos, una lectura compartida entre tipos textuales diferentes tiene una mayor evidencia a su favor que una lectura que esté localizada en un solo tipo textual o grupo familiar. La diversidad de evidencia a favor de una lectura es mucho más fuerte que el testimonio de cualquier manuscrito individual o grupo pequeño de mss73. Es pasado por alto por muchos el hecho de que la forma textual bizantina es la más frecuente beneficiaria de dicho respaldo diverso: hay muchos más casos de alineación alejandrino-bizantina u occidental-bizantina que de alineación alejandrino-occidental donde el texto bizantino presente una divergencia tajante frente a esta74. De hecho, si todas las lecturas alejandrino-bizantinas u occidental-bizantinas en los mss, los padres y las versiones se consideraran primordialmente como representantes de la forma textual bizantina (de manera consistente con la hipótesis aquí defendida), todos los testigos se verían mucho más «bizantinos» que cuando se usan métodos que rechazan el catalogar estas alineaciones como bizantinas. Las alineaciones específicas entre tipos textuales son tratadas de manera diferente en los análisis cuantitativos según el método de catalogación usado por el investigador. Los análisis cuantitativos resultarán, como es natural, en conclusiones diferentes dependiendo de cuál de los dos enfoques se use para clasificar las alineaciones entre tipos textuales75.

4. Cada vez que sea posible, la cantidad bruta de manuscritos debe ser reducida de forma inteligente. Se debe aceptar el «método genealógico» siempre que se pueda establecer con certeza que su aplicación es acertada. Grupos «familiares» como f1 y f13 han sido citados desde hace mucho tiempo como parte de una misma sigla, y se sabe que algunos pocos mss son copias de testigos más antiguos todavía existentes. En muchos otros casos se puede establecer una estrecha conexión genealógica y por tanto los conteos iniciales pueden ser reducidos correctamente. A veces se puede demostrar que un grupo de manuscritos se deriva de un mismo escriba y un mismo ejemplar (vgr. los ocho manuscritos copiados por Georgios Hermónimos o los siete copiados por Teodoro Hagiopetrites); otros mss se derivan de una recensión única (como los cerca de 124 manuscritos del comentario sobre Juan escrito por Teofilacto, los cuales difieren tan poco uno del otro que el arquetipo juanino de Teofilacto puede ser reconstruido sin dificultad). Estas reducciones numéricas restauran el texto de la fuente de los descendientes y evitan la inflación superflua de los conteos. En esta misma lógica se incluye la agrupación de diversos subtipos bizantinos (K1, Ka, Ki, Kr, etc.) según sus arquetipos hipotéticos; estos entonces se convierten en fuentes de un nivel secundario dentro de la forma textual bizantina. Se sabe que el subtipo Kr en particular es tardío y secundario, habiendo sido producido a partir del tipo Kx con el propósito de crear leccionarios y copias para uso litúrgico. Los mss de ese subtipo guardan entre ellos una semejanza mucho mayor que la que tienen con el tipo dominante Kx. Cuando es posible detectar lazos genealógicos reconocibles, los manuscritos pueden ser agrupados bajo sus arquetipos reconstruidos y así ser reducidos a una sigla común, gracias a lo cual la cantidad de copias no otorgará una mayor relevancia aparte de la que tenga el arquetipo por sí mismo.

Lo que no es legítimo es forzar al método genealógico a hacer más de lo que puede hacer e imponer una genealogía que trata a un tipo textual entero como si fuera un solo testigo. Menos legítimo aun es aseverar que un tipo o tipos textuales son los presuntos padres de otros tipos textuales sin demostrarse que haya evidencia transmisional a favor de tal idea. Esta, precisamente, fue la esencia del árbol genealógico hipotético de Westcott y Hort, y la de las subsiguientes afirmaciones que se han hecho desde entonces con el único propósito de desacreditar a la forma textual bizantina. Partiendo de consideraciones transmisionales, la hipótesis de la prioridad bizantina afirma que la forma original del texto del Nuevo Testamento se manifestará más plausiblemente dentro del tipo textual, cualquiera que este sea, que esté más abundantemente presente en la tradición manuscrita, lo cual permite ignorar a todos los otros tipos textuales. Este planteamiento supone una «normalidad» del proceso transmisional, la cual es mucho más plausible que el reensamblaje ecléctico de un «original» hipotético que acaba en una colcha de retazos, uno que no está representado en los testigos que han sobrevivido hasta nuestros días. El tipo textual que, con base en factores transmisionales, se muestre como el que mejor refleja el texto original es el que puede ser llamado la «forma textual» de la que todos los otros tipos textuales y subtipos, por derivación lógica, dimanaron. La presente teoría afirma que el texto bizantino es el que mejor cumple con este criterio, y es por eso que se le ha denominado la «forma textual bizantina». Todas las otras alternativas de textos son «tipos textuales», «subtipos» o «familias», cada una de las cuales se derivó transmisionalmente a partir de esa forma textual original.

5. Es de todos modos necesario que los manuscritos sean ponderados y no solo contados. El principio precedente involucraba la reducción inteligente del número de testigos con base en lazos genealógicos susceptibles de ser comprobados. Aun así, todos los manuscritos deben todavía ser categorizados según su valor en términos de crítica textual y su «peso». Un componente básico del «peso» es la confiabilidad transcripcional del manuscrito. Un manuscrito tardío puede preservar una forma más temprana del texto; un manuscrito bien copiado puede preservar una forma inferior de texto; un manuscrito mediocremente copiado puede preservar una forma superior de texto. Cuando se asigna un «peso» particular a un manuscrito dado en un punto de variación cualquiera, se deben tener en cuenta los efectos que las prácticas idiosincrásicas del escriba hayan podido tener sobre la transmisión. Por ende, la determinación de los hábitos individuales del escriba se vuelve un asunto de capital importancia. Un manuscrito cuyo escriba era aficionado a la haplografía o a cambiar el orden de las palabras tendrá menor sustancia cuando se estén evaluando lecturas variantes que guarden paralelos con esos tipos de error. Un escriba cuyos problemas incluían dittografía o frecuentes substituciones por sinónimos tendrá menos peso en aquellas lecturas que reflejan esos tipos de variación. El estudio de los hábitos escribaniles considerando cada manuscrito por separado no se ha dado aún a gran escala, a pesar de la tan trillada observación de que el «peso» prevalece sobre el «conteo numérico» a secas (se puede sospechar que este estribillo es usado más como una consigna para desacreditar a la mayoría numérica bizantina que como un llamado a establecer sólidamente el verdadero «peso» textual-crítico de todos y cada uno de los manuscritos). Se necesita hacer mucho más en este respecto, ya que los estudios que han aparecido hasta la fecha han solamente abordado una mínima parte de este campo de investigación76. Una evaluación de los hábitos de los escribas individualmente considerados permitiría tener una mejor percepción de qué tanta importancia se le debe dar a cada manuscrito cuando este esté o a favor o en contra de una variante dada.

6. Es importante procurar hallar lecturas de comprobada antigüedad. Aunque la edad de un manuscrito no es tan importante como el texto que este contiene (el cual se deriva de una fuente más antigua), es importante determinar la ocurrencia más antigua conocida de cada lectura variante entre la evidencia existente. Una lectura que no cuente ni con un ápice de evidencia antigua a su favor debe ser examinada con suspicacia, máxime cuando el testimonio más antiguo de la susodicha lectura ocurra muy tardíamente en el proceso transmisional.

La determinación de qué se debe considerar «tardío» y qué se debe considerar «antiguo» es una cuestión problemática. Si bien las lecturas presentes en fuentes de una fecha dada son al menos tan antiguas como los testigos que les están asociados, el silencio que pueda existir en el periodo más antiguo (debido a una escasez de evidencia) no implica que se deban rechazar las lecturas sola y simplemente porque no se conocen ocurrencias antiguas de las mismas. Cuando se tiene una cantidad reducida de testigos sobrevivientes, es de esperarse que haya una cierta pérdida de ocurrencias, y por ello las lecturas que no muestren ocurrencias en el periodo antiguo no pueden ser descartadas de un plumazo. La hipótesis de Westcott y Hort se ve neutralizada por causa de su defecto metodológico en este aspecto, puesto que diversos descubrimientos posteriores a su formulación han demostrado la existencia antigua de muchas lecturas que ellos habían considerado tardías y secundarias. De haber tenido ellos acceso a esta información, aquellas lecturas no habrían sido tan fácilmente desechadas. De hecho, si la mayoría de las lecturas no absurdas ya existían antes del año 20077, debe tenerse mucha precaución al tratar de establecer la edad de una lectura dada con base solamente en los testigos sobrevivientes que la representan. Es consabido que hay manuscritos cronológicamente «tardíos» que preservaron textos no bizantinos más antiguos bien entrada la era de los minúsculos; no existe razón alguna para asumir que los minúsculos que preservaron un texto de tipo bizantino no pueden asimismo reflejar un carácter «antiguo»78. ¿Dónde, en realidad, se podría trazar una línea delimitante? Aunque algunas personas puedan preferir dibujar la línea en el siglo iv, no hay una razón concluyente para descalificar al siglo v o al vi, o incluso al ix o al x. La motivación real parece ser más bien una oposición a aceptar cualquier posibilidad de reconocimiento de la autoridad de la forma textual bizantina. Valga decirlo, hay razones válidas para considerar que los textos de todos los manuscritos hasta el siglo x y el inicio del xi son «antiguos». Es procedente en este momento una elucidación: a menos que se tenga un colofón que ofrezca información de una fecha de escritura y la edad del ejemplar usado, no es posible establecer a ciencia cierta la antigüedad del texto de un manuscrito. Puesto que no existen colofones de tal nivel de detalle, se deben considerar otros métodos para estimar dicha antigüedad.

Ahora, cabe en relación con este punto mencionar dos rupturas fundamentales que ocurrieron en la historia transmisional, dos «revoluciones en el proceso de copiado» gracias a las cuales un gran número de manuscritos antiguos fue sometido a considerables esfuerzos de recopia, lo cual llevó al reemplazo masivo de sus ejemplares previos.

(a) La primera «revolución en el copiado» ocurrió cuando el cristianismo fue legitimizado bajo los auspicios de Constantino. La iglesia de inicios del siglo iv pasó de ser una minoría perseguida a una entidad con patrocinio gubernamental. No es casualidad que en esa misma época hubiera ocurrido un cambio en el material usado en la escritura (se abandonó el barato y frágil papiro y se adoptó la costosa y durable vitela79). Los manuscritos de vitela más antiguos en existencia (por ejemplo, א, A, B, C, D y W, todos unciales de los siglos iv y v) y muchos unciales posteriores debieron haber sido copiados directamente de ejemplares de papiro. Esto es evidente debido a la no existencia de lazos genealógicos en la mayoría de los testigos más antiguos de vitela y papiro80. Es probable que los arquetipos comunes de unciales estrechamente relacionados entre ellos como EFGH o SUVΩ así como los de unciales relativamente «independientes» hasta el siglo ix hayan sido ejemplares antiguos de papiro. Este principio no habría sido pasado por alto si los unciales más tardíos no fueran de carácter bizantino. De ser correcta esta premisa, entonces todos los unciales de vitela deberían ser utilizados cuando se trate de restaurar el texto original del Nuevo Testamento: en general, sus arquetipos inmediatos debieron haber precedido el cambio de material de escritura que fue impulsado por el nuevo estatus político de la anteriormente perseguida iglesia81.

(b) La segunda «revolución en el copiado» ocurrió en el siglo ix cuando la escritura a mano cambió rápidamente de la caligrafía uncial a la minúscula82. Este cambio fue probablemente iniciado o al menos patrocinado por Teodoro el Estudita y gozó de rápida aceptación en todo el mundo grecoparlante como un reemplazo de la más engorrosa caligrafía uncial. Pasado un siglo y medio, la caligrafía uncial había dejado de existir en los manuscritos de texto continuo del Nuevo Testamento, y poco después desapareció de los leccionarios, más tradicionales y conservadores. El resultado de esta revolución en el copiado fue similar a lo que ocurrió después de la sustitución del papiro por vitela en el siglo iv: los manuscritos unciales de una fecha mucho anterior fueron recopiados en grandes cantidades usando la nueva y popular caligrafía minúscula y luego fueron destruidos83.

Debe, pues, sostenerse una muy fuerte presuposición en el sentido de que los ejemplares de los manuscritos minúsculos más antiguos que no presentan relación genealógica entre ellos fueron unciales provenientes de una época muy anterior. Entre estos están incluidos los minúsculos de los siglos ix y x, y probablemente muchos del siglo xi también. Ciertamente, sus ejemplares no fueron unciales contemporáneos recién copiados (la destrucción de ejemplares recientes habría sido problemática en términos económicos), sino ejemplares unciales mucho más antiguos de los siglos iv al vi. Estos eran muy apetecidos tanto porque eran considerados fidedignos en general como por su antigüedad84. Como lo señaló Streeter,

En el siglo ix hubo un notable resurgimiento académico en el imperio bizantino. Esto, como resultado natural, pudo haber llevado a que los estudiosos cristianos se motivaran a buscar un mejor texto de los evangelios, dejando de lado los textos contemporáneos para consultar manuscritos más antiguos… Se puede encontrar una analogía en el efecto que tuvo obre los textos de los autores latinos clásicos el resurgimiento académico de la era de Carlomagno. Los manuscritos de los siglos vii y viii… están llenos de corrupciones que no se ven en los manuscritos del periodo siguiente85.

La desaparición de aquellos ejemplares unciales se debió a la «obsolescencia instantánea» causada por el tránsito hacia la nueva caligrafía minúscula. Una vez copiados, los ejemplares unciales fueron aparentemente desbaratados y luego fragmentados o usados para la escritura secular, o fueron lavados, recortados y reusados como palimpsestos para obras tanto sacras como seculares86. Así es como se debe entender el estatus de «orfandad» de los minúsculos tempranos expresado por Lake, Blake y New87: ellos no afirmaron que en todas las épocas históricas todos los ejemplares eran sistemáticamente destruidos después de ser copiados, sino que, durante la época en la que se adoptó la nueva caligrafía, cuando una copia minúscula de un ejemplar uncial era preparada, el predecesor inmediato uncial era desbaratado y reusado para otros propósitos88. Que este procedimiento ocurrió a gran escala queda demostrado por la poquedad numérica de manuscritos unciales en comparación con la gran cantidad de manuscritos minúsculos no emparentados existentes, como se muestra en la gráfica89.

Manuscritos de texto continuo en existencia, por siglo (siglos segundo a decimosexto)

Esta dicotomía es patente incluso en el periodo más temprano de la era minúscula, cuando ambas caligrafías coexistieron90. Los manuscritos minúsculos desde el siglo ix hasta quizás la primera mitad del siglo xi muy probablemente representan ejemplares unciales mucho más antiguos que aquellos unciales que datan del siglo ix. Por tanto, muchos minúsculos tempranos probablemente están separados de sus ancestros de papiro del siglo iv o anteriores por solo dos o tres generaciones, quizás aun menos. No hay ningún indicio que se oponga a esta posibilidad, y la naturaleza genealógicamente independiente de la mayoría de los testigos minúsculos más antiguos (su estatus de «huérfanos», como lo dijeran Lake, Blake y New) incrementa la plausibilidad y probabilidad de esta proposición91. Sería prepotencia suponer lo contrario, especialmente ahora que los eclécticos modernos reconocen que hay muchos minúsculos que contienen textos «antiguos» (que definen, claro está, como aquellos que no son bizantinos). Como lo señaló Scrivener en 1859,

Creo que nunca nadie ha afirmado… que la gran mayoría de documentos cursivos sean copias corruptas de los unciales que tenemos hoy en día: en un solo caso se sospechó remotamente que esto pudo haber sido así, mas ciertamente nunca se comprobó… Basta con que dicho origen [antiguo] sea posible para que de inmediato se haga inaceptable e injusto prohibirles tener «voz y voto» (cosa que, obviamente, deben compartir con otros manuscritos) a la hora de ayudar a decidir cuestiones relacionadas con lecturas inciertas92.

Se trata básicamente de un sesgo a priori en contra de los unciales y minúsculos tempranos bizantinos, el cual impide que estos sean reconocidos en tanto preservadores de un tipo textual muy antiguo. Si en verdad estos manuscritos representan una tradición atávica, no es posible entonces imponer una fecha de corte anterior a, cuando menos, la mitad del siglo xi para excluir manuscritos posteriores a ella. Debe aclararse, sin embargo, que la teoría de la prioridad bizantina no requiere en realidad que se adopte una fecha de corte tardía; la teoría se podría mantener prácticamente igual aun si la fecha de corte fuese hacia el final del siglo vi93. A pesar de esto, si se observa que es altamente razonable la presuposición de que (al menos) los minúsculos más antiguos preservan un texto mucho más antiguo, no se debe trazar una fecha de corte demasiado temprana, porque se correría el riesgo de eliminar la evidencia de muchos mss «tardíos» que, no obstante, representan ejemplares «antiguos» provenientes de un amplio rango cronológico y geográfico.

7. Es improbable que haya evidencia transmisional a favor de la idea de que un único manuscrito o grupo pequeño de manuscritos sea «el mejor». Aunque se puede dar que ciertos manuscritos «tempranos» sean considerados de calidad superior en cuanto a la pericia de los escribas al copiarlo o al tipo de texto que contienen, esto no les confiere automáticamente un estatus de autoridad. No sobra reiterarlo: los manuscritos tardíos también contienen textos «tempranos»; hay manuscritos mediocremente copiados que contienen textos «buenos»; hay manuscritos cuidadosamente copiados que contienen textos de calidad inferior. Dentro de cada uno de los diversos tipos textuales habrá ciertos manuscritos que, en comparación con los otros manuscritos, serán tenidos como mejores representantes del tipo, pero una vez se consideran las características del proceso de transmisión, se muestra imposible la noción de que un solo manuscrito o grupo pequeño de manuscritos pueda tener un estatus superior bien sea al de un tipo textual específico o al de totalidad de la corriente transmisional.

Dado que en este ensayo se considera que la forma textual bizantina es aquella de la cual todas las otras formas se derivaron, argumentamos que esta abarca a todos los otros grupos de tipos textuales incluidos en ella. Sin embargo, entre los manuscritos que directamente componen la forma textual bizantina, no hay un manuscrito individual que sea tenido por «el mejor», ni hay un «grupo mejor» de manuscritos; ni tampoco sería posible que subgrupos minoritarios bizantinos pudieran obliterar la integridad agregada de la transmisión bizantina en su conjunto.

8. La costumbre de dar crédito exclusivamente a los manuscritos o testigos más antiguos se deriva de una errónea interpretación de la transmisión textual. El manuscrito más antiguo de todos es el autógrafo, pero este no existe ya. Dadas las difíciles condiciones que rodearon a la historia transmisional más antigua y dada la limitada cantidad de datos que se han preservado de aquellas épocas remotas, es un error metodológico el asumir que «más antiguo significa mejor». Como la edad de un manuscrito no necesariamente refleja la edad de su texto, y como los manuscritos tardíos bien pueden preservar un texto más antiguo que el de otros testigos más antiguos, el concepto de «más antiguo es mejor» se basa en una falacia. Aunque los manuscritos, versiones o documentos patrísticos más antiguos permiten determinar un terminus a quo para una lectura dada, sus fechas respectivas no le otorgan autenticidad; solamente establecen la existencia de cierta lectura en cierta fecha. Todas las lecturas dentro de una unidad variacional deben ser estudiadas en todas sus dimensiones transmisionales. Las lecturas minoritarias que no dejan un rastro constante a lo largo de la historia transmisional no deben recibir alta credibilidad: no son más auténticas por el solo hecho de que aparecieron en uno o unos pocos testigos antiguos.

9. Las características del proceso de transmisión, consideradas juntamente con los principios para el estudio de la evidencia interna, indican que la forma textual bizantina fue una fuerza de primer orden en la historia de la transmisión. No postulamos a priori que la forma textual bizantina es la forma original del texto, ni aun siquiera que es el tipo textual mejor. A esta conclusión se llega únicamente a través de una deducción lógica que parte de consideraciones de evidencia interna y externa enmarcadas en el entendimiento de la historia de la transmisión. Nótese en particular que no se puede asumir automáticamente que, en un momento cualquiera en el tiempo, sea muy probable que en la tradición manuscrita exista una mayoría dominante (y esto a pesar de lo que las personas involucradas en la transmisión del texto pudieran desear). En muchas unidades variacionales, el gran corpus de los manuscritos de la era bizantina se encuentra dividido de manera casi equinumérica entre dos o más lecturas alternativas94. Esto sirve como evidencia clara de que no puede haber una presuposición automática de que habrá uniformidad textual o una amplia mayoría en términos numéricos en ningún punto dado en el tiempo entre los manuscritos que componen la forma textual bizantina95. En aquellos lugares en los que se da relativa uniformidad entre los manuscritos (lo que excluye aquellos en los que hay empates entre lecturas), dicha uniformidad indica que la transmisión desafió a las probabilidades y que hay evidencia presuntiva a favor de aquellas lecturas que obtuvieron gran respaldo transmisional gracias a procesos no planificados. En vez de ser objeto de sospechas o rechazo, los textos donde los mss de la forma textual bizantina presentan coincidencia casi total deben ser seriamente tenidos en cuenta como candidatos a ser los originales de la cadena de transmisión, en virtud del hecho de que también existen lugares en los que la evidencia está dividida.

Cuando sea reconocida la validez de la forma textual bizantina con base en las anteriores consideraciones, se le deberá tener en cuenta como una voz significativa en el establecimiento del texto original. Esta conclusión surge naturalmente de las características del proceso transmisional y no está dictada por presuposiciones externas a las mismas. Es más, si cualquier otro tipo textual demostrara los mismos rasgos transmisionales, ese tipo textual debería ser favorecido por encima del bizantino.

Nótese que la hipótesis de la prioridad bizantina no tiene manera de resolver los muchos casos en los que la evidencia externa está dividida y en donde ninguna lectura domina certeramente. En esos casos hay que invocar tanto principios de evidencia interna como probabilidades transmisionales para determinar la lectura más sólida96. De manera similar, en muchos casos los principios internos no ofrecerán una opción claramente preferible, y por tanto los cánones de la evidencia externa deberán tomar el rol principal97. También existen casos en los que ni hay una mayoría clara en los manuscritos ni tampoco la evidencia interna puede dilucidar la situación, lo que lleva a que la mejor opción remanente sea la opinión razonable de un experto98.

Las reglas esenciales para balancear la evidencia interna y la externa son simples, y están ordenadas de acuerdo con hechos bien conocidos acerca de los hábitos de los escribas: (1) las lecturas deben ser evaluadas con la intención de descubrir qué las pudo haber causado dentro del proceso de transcripción99; (2) las lecturas deben ser consideradas a la luz de posibles alteraciones intencionales y, finalmente, (3) las lecturas de una misma unidad variacional deben ser evaluadas desde un punto de vista transmisional-histórico para confirmar o modificar las conclusiones de los análisis preliminares que hayan sido conducidos con anterioridad. La aplicación rigurosa de esta metodología llevará a conclusiones válidas establecidas sobre una base transmisional sólida, las cuales concordarán con lo que la evidencia manuscrita sobreviviente, al ser evaluada desde la perspectiva del proceso transmisional y los hábitos que conocemos de los escribas, nos pueda decir100.

Algunas objeciones selectas a la hipótesis de la prioridad bizantina101

Aunque los eclécticos modernos exigen que la hipótesis de la prioridad bizantina presente una defensa razonable de su teoría y sus conclusiones102, la verdad es que el método usado por ellos mismos es ahistórico, pues crea un texto sin tener una teoría, lo que les permite desembarazarse de complicaciones aun más severas que aquellas enfrentadas por la hipótesis de la prioridad bizantina. Si a los eclécticos modernos se les exigiera delinear y defender la historia transmisional implícita en su texto de preferencia, se les haría mucho más difícil explicarla que a los defensores del texto bizantino explicar la suya. Es necesario ofrecer soluciones lógicas y razonables a una multiplicidad de cuestiones históricas y transmisionales cuando se está defendiendo cualquier teoría textual; si no se hace esto, las conclusiones de la teoría no tendrán una base firme de la que asirse. A las objeciones típicas a la teoría de la prioridad bizantina que serán mencionadas a continuación se les pueden formular objeciones análogas contra la teoría ecléctica moderna en lo relacionado con su modelo transmisional. La tarea más importante consistirá en determinar si las respuestas ofrecidas por cada facción en relación con la transmisión del texto son consistentes con lo que más probablemente ocurrió en la historia real o más con una historia salida de las cuentas de la lechera103.

1. No existen manuscritos bizantinos antiguos (anteriores al siglo iv). Ya se ha dado respuesta en cierto modo a esta objeción en las páginas precedentes, pero podría ser una respuesta mejor un resumen de los argumentos:

(a) La naturaleza escasa y localizada de los manuscritos antiguos en existencia sugiere que las presuposiciones que favorecen la antigüedad desde un punto de vista de crítica textual podrían ser erróneas. En hablando de las obras del periodo clásico, Bowers señala que «existe la posibilidad de que las copias sobrevivientes (cuando son pocas) no representen de manera precisa la proporción original»104. Si existieran mil papiros y manuscritos unciales sobrevivientes de antes del siglo iv que estuvieran relativamente completos y fueran suficientemente representativos del imperio Oriental en toda su extensión (por la ubicación de su descubrimiento), acaso podría uno hablar con mayor autoridad que la que otorgan los 63 papiros fragmentarios provenientes de aquella era que actualmente poseemos. Los recursos de la era anterior al siglo iv son desafortunadamente parvos, restringidos a un número pequeño de testigos. Aun si la evidencia ecdótica se extendiera para incluir hasta el siglo viii, habría solamente 424 documentos, la mayoría de ellos fragmentarios. En contraste con este pequeño total, la consideración tan repetida por los apologistas evangélicos acerca del valor y la significación restaurativa de los más de 5 mil manuscritos sobrevivientes que hay del Nuevo Testamento griego se convierte en una vana jactancia en los escritos de los eclécticos modernos cuando aquellos numerosos manuscritos no son usados para restaurar el texto original105.

(b) Las «revoluciones en el copiado» mencionadas antes afectaron de manera considerable la continuidad del flujo transmisional. Este problema no degrada la validez de la hipótesis bizantina, pero sus efectos deben ser ponderados de manera apropiada. La primera revolución transfirió el texto del Nuevo Testamento de papiro a vitela; los papiros preexistentes fueron destruidos o abandonados. Esto eliminó muchos predecesores tanto de los manuscritos de vitela que han sobrevivido como de los que no. La segunda revolución –el paso de la escritura uncial a la minúscula– fue igualmente radical. Esta efectivamente eliminó la necesidad de preservar manuscritos unciales una vez estos habían sido copiados a un manuscrito minúsculo. No hay razón para rechazar la idea de que los minúsculos más antiguos, muchos de ellos producidos en el siglo xi, fueron copias de ejemplares unciales que no sobrevivieron hasta nuestros días. El pequeño número de manuscritos y fragmentos sobrevivientes de antes del siglo ix pudo haber sido copiado a partir de ancestros de papiro que fueron abandonados a deteriorarse después de habérseles hecho copias de vitela. Si los genealógicamente independientes minúsculos antiguos se derivaron de unciales independientes hoy perdidos, los cuales a su vez se derivaron de papiros tempranos independientes entre ellos mismos, entonces ningún manuscrito es inherentemente preferible meramente por causa de su edad, material, o estilo de alfabeto106. La independencia genealógica de la mayoría de los manuscritos en existencia apunta directamente a la más temprana antigüedad107.

(c) No es probable que el texto local de Egipto108 refleje el material textual predominante en la porción principal del Imperio, la que hablaba griego (la que iba desde el sur de Italia hasta lo que es hoy día Grecia y Turquía y Antioquía sobre el río Orontes), de la cual no nos ha quedado ningún tipo de datos de antes de la mitad del siglo iv en términos de manuscritos, versiones o citas patrísticas109. Después de ese punto, uno encuentra en aquella región una corriente bizantina altamente extendida y dominante. Es muchísimo más razonable asumir que los predecesores de dicha corriente simplemente retuvieron el mismo cariz textual que en tiempos anteriores había sido el preponderante en la región110. Si no se asume esto, habría que embarcarse en la difícil tarea de explicar un predominio no bizantino previo en aquella región, el cual de alguna manera habría sido completamente disuelto por el modelo bizantino en menos de un siglo sin haber sobrevivido ni una sola palabra de confirmación histórica, ni autorización alguna por parte de los padres de la iglesia, los concilios, o decreto alguno eclesiástico o gubernamental111. Además, habría que explicar cómo habría podido ocurrir la reversión del predominio de marras en la mayoría del área del Imperio sin que hubiera ocurrido un cambio análogo en otras regiones más pequeñas, regiones en las que las variedades locales del texto mantuvieron por un extenso periodo de tiempo su influencia regional sin ser sus lecturas influidas por el texto bizantino sino en unas muy esporádicas ocasiones.

(d) El déficit de testimonios tempranos provenientes de la región principal del Imperio, la que era grecoparlante, conduce a dos visiones opuestas. Los eclécticos modernos asumen que un texto no bizantino predominó en la antigüedad en aquellas áreas que luego habrían de convertirse en baluartes del texto bizantino, a pesar de que cosa tal es poco probable que hubiera pasado históricamente desde un punto de vista de transmisión textual. Los promotores de la teoría de la prioridad bizantina sugieren que la existencia y predominio de la forma textual bizantina en las épocas más tardías se constituyen en evidencia de peso a favor de un predominio similar en los siglos anteriores112. Es razonable suponer que, a medida que los textos se dispersaban geográficamente desde sus localizaciones iniciales, el número de alteraciones añadidas por los escribas de cada región se incrementaba de forma proporcional a la distancia, máxime en vista del fenómeno del «texto popular no controlado» de los primeros siglos. Es natural pensar que las copias producidas en las inmediaciones del sitio de origen o de recepción inicial de un texto tenderían a retener una complexión textual más uniforme, similar a la del autógrafo; esto ocurriría sin necesidad de que se impusieran «controles» formales a la copia o diseminación del texto. Las copias producidas a una distancia más remota del sitio de origen tenderían a divergir en mayor medida. Si tal hipótesis es correcta, se esperaría que la región principal, donde el griego se hablaba, hubiese retenido durante el periodo de «silencio geográfico» un texto bizantino, de la misma manera que otras regiones preservaron sus textos idiosincrásicos en el occidente europeo y africano y en Egipto y Palestina. Esto no es más que teoría transmisional básica.

(e) Para hacer una analogía con otra hipótesis altamente popular, la hipótesis de la existencia de la forma textual bizantina en los primeros siglos tiene mayor evidencia a su favor que el Evangelio Sinóptico Q. Las teorías de dos y cuatro fuentes afirman que tuvo que haber existido un documento Q, esto sin que se posea siquiera un fragmento del mismo. Argumentan que la evidencia interna apunta inexorablemente en aquella dirección (el que el presente autor esté de acuerdo o en desacuerdo con estas teorías no viene al caso). Asumiendo que dichas especulaciones representan realidades, los eruditos han creado concordancias, sinopsis y aun teologías alrededor de Q; ¡algunos incluso dicen haber «probado» su existencia con base en unas ciertas variantes textuales que se encontrarían en un supuesto documento perdido!113 Muchos académicos eclécticos aceptan sin más que Q fue un documento «real» que existió en el siglo i, muy a pesar de la abrumadora falta de evidencia manuscrita que respalde la idea. Aun así, estos mismos académicos, paradójicamente, se oponen a la posible autenticidad de la forma textual bizantina aduciendo falta de evidencia documental previa al siglo iv. Pero ningún documento Q, ni un fragmento aun, de ningún siglo, ha sido jamás descubierto (y probablemente nunca lo será). Sin embargo, desde por lo menos el 350 d.C., la forma textual bizantina existe. Así, pues, la evidencia a favor de la existencia temprana del texto de forma bizantina es mucho más fuerte que la que hay en respaldo de Q. Que el texto bizantino predominó en la región principal del Imperio, la que hablaba griego, puede ser postulado con más énfasis, aun a pesar de la falta de evidencia temprana. Desde el punto de vista de la transmisión del texto, no hay razón convincente para concluir que el que dominó en la región antes del siglo iv fue un texto no bizantino, porque no quedaron residuos razonablemente claros de los tipos textuales minoritarios en los testigos más tardíos de la misma región, cosa que sí ocurrió, claramente, en las otras regiones114.

(f) Hasta el descubrimiento de 𝔓75 en 1955, no se conocía entre los papiros egipcios un ms alejandrino relativamente «puro»; no había pruebas de que un texto similar al del Codex Vaticanus existiera antes del siglo iv. Antes de 𝔓75, algunos habían sugerido que Orígenes había creado el texto alejandrino después de haberse mudado a Cesarea115. Los papiros «mestizos» encontrados antes del hallazgo de 𝔓75 habían provocado especulaciones de que el tipo textual alejandrino había sido el producto final de una recensión tardía116. 𝔓75 desde luego cambió las cosas de forma dramática. Pero hasta hace apenas 45 años, nadie podía hablar con certeza absoluta de la existencia temprana de un texto similar al del Vaticanus. Del mismo modo, no se debe descartar la posibilidad (que reconocemos que es baja, por supuesto) de que algún día pudiese descubrirse un manuscrito bizantino del siglo ii o iii en las arenas egipcias. Si algo así ocurriera, algunos investigadores se sentirían todavía inclinados a describir dicho manuscrito como uno que, simplemente, «contendría» más lecturas «similares a las del tipo bizantino» que otros documentos antiguos; esto sucedería por causa de una concepción a priori según la cual el texto bizantino solamente puede ser «muy tardío»117.

3. Hubo rupturas de alto impacto en la historia de la transmisión que eliminaron a los predecesores no bizantinos. Estas objeciones se pueden agrupar en dos gavetas: la persecución de Diocleciano y la extensión del islam.

(a) Se dice que diversas persecuciones, y en particular la de Diocleciano, diezmaron en tan ingentes cantidades a los manuscritos del Nuevo Testamento que los tipos textuales que predominaban antes de ellas fueron eliminados, dejando solamente al tipo bizantino, que estaba empezando a tener su auge, para llenar el vacío118. Esta idea se basa en demasiadas conjeturas: primero, se asume que un texto no bizantino era el dominante en el imperio Oriental; luego, que cuando los perseguidores exigían que se les entregaran las Escrituras para destruirlas, era el texto alejandrino el que, en cantidades desproporcionadas, terminaba siendo entregado. Las persecuciones, no obstante, no tenían en realidad preferencias por un tipo textual en particular cuando de destruir manuscritos se trataba. Los mss entregados y destruidos en una región dada reflejaban la proporción general de los manuscritos existentes en ella, independientemente del tipo textual; y asimismo los manuscritos que sobrevivieron. Si se destruían 1000 manuscritos en un área dada en la que solo 100 de ellos eran bizantinos, aun una destrucción del 90% de los manuscritos habría dejado una proporción entre los sobrevivientes similar a la proporción entre los que fueron destruidos. Tiene uno que tener una imaginación desmedida para llegar a presuponer que el predominio de un tipo textual se revirtió por causa de unas persecuciones que destruyeron manuscritos de forma esencialmente aleatoria119.

Algunos sugieren que la persecución de Diocleciano fue más severa en Palestina y Egipto, lo que habría llevado a la erradicación del texto alejandrino en esas regiones. Las regiones objeto de una persecución menos fuerte habrían seguido exhibiendo un predominio de sus textos tradicionales. Pero esto es también falaz: si hubiera sido el texto alejandrino el original, habría dominado entonces en la porción grecoparlante del imperio Oriental. Ergo, habríase conservado como el dominante aun si el texto de todas las demás regiones hubiera sido del todo extirpado. Pero si el predominio alejandrino no se conservó, entonces se debería asumir más bien que dicho texto fue simplemente local, regional, e inferir que antes de Constantino, la forma textual bizantina ya se había convertido en la dominante en la región principal del Imperio, en la que se hablaba el griego. Esto llevaría a la admisión de que la influencia alejandrina fue inexistente o mínima por fuera de Egipto y Palestina. De cualquier manera, la supuesta dominancia del texto alejandrino es puesta en entredicho120.

Otros factores sugieren una destrucción y supervivencia proporcional de manuscritos dentro de un mismo tipo textual. Nigel Wilson ha señalado que aun en la era bizantina hubo manuscritos que se perdieron o fueron destruidos por causas no relacionadas con las persecuciones:

Se podría uno lamentar por la pérdida de textos, tanto clásicos como teológicos, que tuvo lugar en la era bizantina. Pero… las circunstancias les eran en gran medida adversas. Era frecuente la destrucción por incineración y por invasiones extranjeras. Los materiales necesarios para escribir eran relativamente escasos y costosos… El préstamo de libros promovía la pérdida de los mismos,… aun a pesar del hecho de que muchos llevaban marcas con el nombre del propietario junto a la maldición de los trescientos dieciocho padres del Concilio de Nicea contra todo aquel que robara los libros o los vendiera… Quizás deberíamos más bien estar sorprendidos de que tantos hubieran sobrevivido121.

Así las cosas, es sorprendente que aun la forma textual bizantina misma hubiera sobrevivido a la plétora de vicisitudes que enfrentó en su era, incluyendo el saqueo de Constantinopla por parte de la Cuarta Cruzada (1204 d.C.) y la conquista otomana (1453 d.C.). Y, no obstante, sí hubo manuscritos tanto de tipo bizantino como no bizantino que sobrevivieron a las destrucciones de aquella era, de una forma que reflejó su distribución proporcional. No hay muchas razones para suponer que el texto del Nuevo Testamento alguna vez hubiera sufrido una destrucción no proporcional en tiempos de persecución, ni en la persecución de Decio, la de Diocleciano, la de Julián el Apóstata, las de los dirigentes musulmanes o aun las promovidas por cristianos confundidos y fanáticos.

(b) La expansión musulmana no destruyó manuscritos del Nuevo Testamento de una forma tan vasta como se ha llegado a afirmar122. Hubo monasterios e iglesias tanto en Palestina como Egipto que continuaron con sus actividades literarias después de las conquistas123 y se mantuvieron en comunicación con los imperios Oriental y Occidental124, aun a pesar de las presiones a las que eran sometidos en el sentido abandonar el cristianismo y convertirse al islam125. Hatch lo pone en contexto:

Cuando los árabes conquistaron Egipto, Palestina y Siria,… las bibliotecas monásticas y eclesiásticas… cayeron naturalmente bajo su control. Muchos libros debieron haber perecido en aquella turbulenta época, pero algunos lograron escapar… El cristianismo era visto por los musulmanes como una religión revelada por Dios, y en general no se habrían sentido motivados a destruir las copias de las escrituras cristianas. Los árabes eran, de hecho, mucho menos fanáticos y brutales en el trato con sus súbditos cristianos que lo que a veces se supone, y no fue su objetivo convertir a los cristianos de manera masiva126.

Kurt Aland ha sugerido que la causa real de la diferencia entre los textos egipcios y los de la corriente más numerosa, la bizantina, está relacionada con un conflicto teológico mucho más antiguo entre el cristianismo oriental y el egipcio:

[Se] debería tener más en cuenta la historia de la iglesia egipcia… Su distanciamiento de la iglesia oriental… se fortaleció entre la población cristiana de Egipto durante el siglo iv y alcanzó su culmen en el siglo v [con]… la formación de la iglesia monofisita[. Esto] nos permite presuponer una tradición del texto del Nuevo Testamento que estuvo aislada de cuando menos el Koiné más tardío, aislamiento que se vio acentuado por la conquista árabe127.

Con él está de acuerdo Farag, quien discurre acerca del estado del cristianismo de Egipto dos siglos antes de la conquista árabe:

Abba Shenouda (333-451 d.C.)… dedicó su vida a luchar contra la corrupción pagana y bizantina en todas sus formas. El sueño de su vida era emancipar a Egipto en el ámbito religioso a través de la separación de la iglesia copta de la de Constantinopla… [e] independizarse políticamente del estado bizantino128.

A pesar del aislamiento, siguió habiendo comunicación con la iglesia griega oriental aun después de la expansión árabe. El efecto fue tanto textual como político:

Los testigos del texto egipcio del Nuevo Testamento Griego… fueron muy claramente influenciados por el Koiné [el texto bizantino] con el pasar del tiempo. El aislamiento político no mantuvo a los monasterios griegos de Egipto libres de la influencia de la iglesia bizantina129.

El hecho de que la iglesia copta130 y un buen número de monasterios en Egipto131 y Palestina132 hayan seguido existiendo ejemplifica la situación real, invalidando cualquier aseveración en contra133.

3. La influencia de Crisóstomo hizo que el texto bizantino fuera el preferido en Constantinopla; este texto habría sido impuesto posteriormente en la iglesia griega oriental a fuerza de decretos imperiales o eclesiásticos134. Un texto «nuevo» o localizado, aun si hubiera sido usado por un padre griego muy popular, no se habría vuelto transmisionalmente popular solo por causa de su reputación135. Un predominio textual tradicional en una amplia región no se habría abandonado solo en razón a esto. Menos plausible que el reemplazo de un texto en toda una región es la idea de que un texto «nuevo» o local se hubiera expandido hasta dominar en todo el Imperio sin mediar decretos eclesiásticos o imperiales. No existe documentación histórica de la imposición política de un control de tal naturaleza. Es imposible de sostener a la luz de la historia transmisional la premisa de que hubo un texto tardío, minoritario y local que, por sí solo, desbancó y virtualmente erradicó a todos los predecesores que habían dominado bien en una región localizada dada o en un espacio geográfico más extenso. Y, no obstante, este inverosímil escenario es agitadamente publicitado, sin evidencia histórica alguna, por algunos estudiosos que se oponen a la forma textual bizantina. Pero como Colwell ya lo señalaba, «el tipo textual… bizantino… no tuvo un solo foco de origen como sí lo tuvo el latino en Jerónimo»136.

El complejo carácter de los mss que pertenecen a la forma textual bizantina demuestra que cualquier tipo de sanción «oficial» (si es que la hubiera habido) no habría podido funcionar. Ni siquiera en la región aledaña a Constantinopla se preservó una forma consistente del texto137. Al contrario, como Lake, Blake, y New habían sugerido usando como base un gran número de colaciones de manuscritos bizantinos, la falta de una coincidencia observable entre los textos que permitiera dilucidar lazos genealógicos claros tiende a indicar que los escribas se mantuvieron independientes de cualquier tipo de sanción oficial al copiar de sus ejemplares. Como lo apuntó Scrivener,

Nadie que haya estudiado así sea un poco los mss cursivos puede evitar sorprenderse por el carácter tan individual imprimido en casi todos ellos… La moda esta que hubo alguna vez de decir que existió un texto constantinopolitano estándar, al cual todas las copias hechas dentro de los límites de tal patriarcado debían ceñirse, ha sido [citando a Tregelles] «barrida de una vez por todas»… gracias al estudio cuidadoso de las copias mismas. Ciertamente, entonces, no es conveniente que rechacemos de plano, calificando de indigna de discusión seria, la evidencia de los testigos (cuyas variaciones mutuas dan fe de su independencia e integridad), solo porque su tendencia general es respaldar la autoridad del [texto de forma bizantina]138.

La observación de Scrivener fue reiterada un siglo más tarde por Jacob Geerlings, quien, en relación con la forma textual bizantina, afirmó que

su origen no se centró únicamente en Constantinopla y su evolución no fue causada por concilios ecuménicos ni por los patriarcas… Sus orígenes, así como los de los otros tipos textuales, se remontan probablemente a los autógrafos… La iglesia oriental nunca adoptó oficialmente ni reconoció un texto recibido o autorizado… En ningún momento de su historia fue adoptado oficialmente por la iglesia oriental, muy a diferencia del estatus de la Vulgata de Jerónimo en la iglesia occidental… El término «rescención» [sic], que es a veces aplicado al texto bizantino, implica… intentos deliberados por parte de un grupo de escribas o de autoridades eclesiásticas… de revisar o corregir el texto griego… La realidad, como lo hemos comentado más arriba, fue diferente139.

Para apartarse de la visión del texto bizantino como una consecuencia de la influencia de Crisóstomo o como un texto impuesto por las autoridades, otros críticos han optado por una forma diferente de explicar la popularización y predominio de la forma textual bizantina:

4. La forma textual bizantina es el resultado de un proceso que a lo largo de los siglos se fue alejando consistentemente de la forma original del texto con miras a ofrecer lecturas más gráciles, armonizaciones, conflaciones y «mejoras» gramaticales. Colwell aseveró que «un tipo textual es un proceso, no el trabajo de una sola mano»140, y que «los académicos se han visto obligados a aceptar» esta conclusión en virtud los estudios por ellos mismos conducidos sobre el tipo textual alejandrino141. Adicionalmente, señaló que «la historia de la tradición manuscrita del Nuevo Testamento es la historia de la progresión de una tradición relativamente descontrolada a una rigurosamente controlada»142. En vista de las afirmaciones de Scrivener y Geerlings citadas más arriba, se debe considerar seriamente el comentario que hizo Colwell después: «Las preguntas clave… son: ¿dónde se aplicaron dichos controles? ¿por qué fueron aplicados? ¿quién los aplicó?»143. Si en realidad estos controles nunca fueron impuestos, entonces la situación deviene grandemente diferente.

Geerlings también explica el origen de la forma textual bizantina con un modelo de «proceso», dando oído a la sugerencia de von Soden de que los textos Ka y K1 reflejan las etapas iniciales de un proceso de desarrollo que resultó144 en el grupo mayoritario Kx y en el numeroso grupo Kr. Si bien el subgrupo tardío Kr sí se desarrolló a partir de los mss que componen el grupo Kx, el grupo Kx como tal no se puede clasificar tan fácilmente. La explicación más lógica desde el punto de vista transmisional sería que Kx probablemente refleja el texto más predominante del cual todos los subtipos bizantinos minoritarios se derivaron en diferentes períodos. Esta explicación coincidiría con la perspectiva de Colwell, aunque llevaría a una conclusión diferente:

el tipo textual Beta [=alejandrino] por excelencia es el que se puede hallar en los testigos tardíos, no el de los testigos tempranos;… el tipo textual Alfa [= bizantino] se encuentra en el Kx y el Kr de von Soden, no en Ka (familia Π), K1, Alejandrino ni Crisóstomo145.

Las «presuposiciones del proceso» de Colwell llevan a un non sequitur y afirman el consecuente. Él dice que (1) «los escribas, en tanto escribas, no copia[ba]n de manera fidedigna de forma automática» y que (2) «un alto nivel de concordancia entre manuscritos es solo posible si hubo algún tipo de control. La presencia de amplias divergencias entre manuscritos indica falta de control»146. Un procedimiento mejor sería redefinir las presuposiciones a la luz de la evidencia existente sobre el proceso transmisional: (1) los escribas eran en general bastante cuidadosos y razonablemente fidedignos en sus esfuerzos de copiado. Si esto no hubiera sido así, los mss del Nuevo Testamento y todas las obras de la antigüedad se habrían convertido rápidamente en una masa amorfa, y nadie se tomaría siquiera el trabajo de intentar recuperar la forma original de ningún texto. Aunque todos los escribas se equivocaban o hacían alteraciones intencionales al texto en diversas ocasiones, el carácter general del texto copiado no se veía tan afectado como para impedir una transmisión razonablemente fidedigna en circunstancias «normales», lo cual posibilita la recuperación del original a través de la comparación de los diferentes testigos; (2) Colwell define «control» como «ediciones censuradas», censura esta que provendría de fuentes ajenas al escriba147. Sin embargo, no es posible demostrar uniformidad textual alguna dentro de los mss del texto de forma bizantina, y asimismo no hay evidencia148 de que se hubieran impuesto controles sobre los textos del Nuevo Testamento antes de la tardía recensión Kr. El foco principal de «control» estaba en los escribas mismos, quienes se percibían como con el deber de ser cuidadosos y fidedignos para duplicar el manuscrito ejemplar tan precisamente como fuera posible. Este nivel de «control» basta por sí mismo para explicar la mayoría de los fenómenos que se pueden observar en la historia de la tradición: hubo en general bastante fidelidad en la representación del texto, tanta que los errores y las alteraciones intencionales nos sirven para distinguir los diferentes tipos y subtipos textuales que surgieron durante el largo tiempo en que el texto fue transmitido.

El problema más importante del modelo de «proceso» es cómo se podría sostener un proceso tal dadas las restricciones propias de la transmisión de un texto, así como las restricciones geográficas. Hodges se ha referido a este punto en una salida ya clásica que da al traste con la perspectiva del «proceso» en cuanto posible explicación de la historia transmisional:

Nadie ha explicado todavía cómo un proceso largo y lento, distribuido a lo largo de muchos siglos y en una amplia área geográfica, y movido por una multitud de copistas que a menudo no sabían nada del estado del texto más allá de sus propios monasterios o scriptoria, habría podido alcanzar esta omnipresente uniformidad, en contraste con la diversidad manifestada por las formas del texto más tempranas [la occidental y la alejandrina]… Que un proceso tal, carente de coordinación centralizada, pudiese terminar en un texto relativamente estable y uniforme en las circunstancias textuales, históricas y culturales tan diversas en las que fue copiado el Nuevo Testamento, es simplemente una idea traída de los cabellos149.

Un «proceso» adecuadamente teorizado reconocería los múltiples factores transmisionales en juego, así como la tendencia de los textos a constituir formas locales como producto de las desviaciones que irían apareciendo dentro de cada región. Un proceso de este tipo produciría tipos textuales y subtipos dentro de una región local, pero no, por sí mismo, una convergencia en una forma textual única y dominante. La ausencia de control invalida las presuposiciones y las conclusiones de Colwell; aun así, apuntemos que si le quitáramos al «proceso» transmisional por él propuesto el requisito de tener un control formal, el resultado sería varios textos que continuamente divergirían de la forma textual de la que se derivaron. Eso es justamente lo que se evidencia en los diversos tipos y subtipos textuales regionales que existen y que se derivaron de la forma bizantina no controlada.

Imprecisiones y afirmaciones incorrectas

La forma textual bizantina ha sido caricaturizada por sus críticos como «tardía» (por causa de las fechas de los manuscritos), «secundaria» (aduciendo que sus lecturas lo son) y «corrupta» (sobre falsas suposiciones acerca de las prácticas de los escribas). Estos puntos pueden ser fácilmente debatidos como asunto de mera divergencia de opiniones. No obstante, hay casos en los que se han hecho afirmaciones imprecisas e incorrectas en contra de la forma textual bizantina. Estas son mostradas como si fueran hechos sentados y siguen siendo impresas en materiales académicos sin corrección posterior alguna, lo cual lleva a los lectores a adoptar creencias engañosas y sesgadas en contra del texto de forma bizantina. Tres ejemplos selectos originados en dos oponentes de la hipótesis de la prioridad bizantina sirven para ilustrar esta situación:

1. Gordon Fee hace una afirmación flagrantemente inexacta al rechazar la inclusión bizantina de Jn. 5:3b-4150. Él habla dogmáticamente acerca de la construcción genitiva encerrada (o «embebida») την του υδατος κινησιν, que aparece al final de Jn. 5:3 en el texto bizantino:

Este uso de un genitivo encerrado presenta problemas extraordinariamente difíciles para la idea de que el texto es originalmente juanino… Hay algunas invariantes en términos del orden de ciertas palabras [en el estilo juanino] (vgr. αμην αμην λεγω υμιν; nunca υμιν λεγω). Otra de estas invariantes se tiene en las construcciones genitivas en las que ambos sustantivos son definidos (vgr. los ojos de los ciegos). Hay 97 ocurrencias de esto en el Evangelio (sin contar aquellos lugares en donde ambos sujetos son genitivos, como en 12:3: της οσμης του μυρου), más otros 27 en 1 y 2 Juan. En todos los casos, siempre el orden de las palabras es el movimiento del agua.

Es tan improbable que Juan haya escrito την του υδατος κινησιν como lo sería oír a un bostoniano de pura cepa decir I’m fixin’ to go up town; y’all come with me, ya hear?151 Se puede dar por sentado que si Juan hubiera escrito 53:b, habría dicho την ταραχην [sic] του υδατος152.

Sin embargo, un simple escaneo electrónico de los escritos juaninos153 revela que la construcción de genitivo embebido no solo aparece tres veces más en Juan (Jn. 6:51, 14:30 y 18:10), sino que también, con una excepción (Mt. 13:55, ο του τεκτονος υιος), es usada exclusivamente por Juan entre todos los evangelios154. El genitivo embebido en Jn. 5:3b es de hecho más característico del estilo juanino que del de cualquier otro evangelio155, y su presencia en Jn 5:3b apoya más la tesis de la autoría juanina que la de que ese texto en particular no es original.

2. De manera similar, Fee aduce que Jn. 5:4 no es original por causa de la frase αγγελος κυριου, de la que se afirma que estaba «en casi todos los unciales más antiguos». Puesto que esta frase no coincide con el estilo juanino, debió haber sido entonces una «invención» bizantina. Fee admite que κυριου «no está presente en la mayoría tardía» de los manuscritos (el núcleo de la forma textual bizantina), pero dirige su atención a los «unciales antiguos» (de los que no provee un listado). Sin embargo, al contrario de lo que dice Fee, la lectura «bizantina» es simplemente αγγελος a secas, según los datos de los minúsculos. Además, la evidencia uncial no es como Fee la describe. Según los aparatos156, αγγελος κυριου está en los unciales A K L Y Δ Π 0233. De estos, únicamente el manuscrito A (siglo v) es «temprano». Los otros unciales que dicen κυριου son todos del siglo viii (L 0233) y ix (K Y Δ Π). En contraste, todos los otros unciales que contienen Jn. 5:4 dicen αγγελος a secas, y estos provienen del mismo periodo temporal que los unciales que contienen la expansión κυριου. En adición a esto, los unciales de Jn. 5:4 que no incluyen κυριου sobrepasan en número a los que sí lo incluyen; estos son los siguientes: siglo vi, 078; siglo viii, E; siglo ix, C3 (C* omite el verso entero) F G H M U V Θ Λ Ψ; siglo x, S Γ. La mayoría uncial dice αγγελος a secas en una proporción de 2 manuscritos con esta lectura por cada manuscrito que incluye la advenediza adición κυριου. El manuscrito 078 del siglo vi es casi equivalente en importancia a A, el manuscrito «temprano» del siglo v que contiene la lectura opuesta157. La lectura αγγελος κυριου, para decirlo claramente, no es la lectura «bizantina», ni predomina siquiera entre los unciales (ni entre los «tempranos» ni entre los «tardíos»). La expansión pietística minoritaria αγγελος κυριου no puede, pues, usarse como «prueba» del carácter no juanino de Jn. 5:3b-4. Si hubiese sido dicha expansión originalmente parte del texto bizantino, no habría explicación alguna para su omisión posterior en la mayoría de los unciales o los minúsculos; y tampoco se omitió nunca κυριου de la misma frase en otros lugares (Mt. 1:20, 24; 2:13, 19; Lc. 1:11; 2:9; Hch. 7:30; 12:7, 23). Como κυριου no es original del texto bizantino de Jn. 5:4, no se pueden establecer conclusiones acerca de si sus lecturas son auténticas juaninas usando estos argumentos como base158.

3. Daniel Wallace crea una «historia revisionista» cuando afirma que la forma textual bizantina no fue ni dominante ni «mayoritaria» hasta el siglo noveno159. No solo es esta aseveración contraria a lo que ha sido aceptado desde Westcott y Hort160, sino que también es contraria a los hechos que nos son conocidos161. Hay suficiente evidencia manuscrita162 y patrística163 de mediados del siglo iv y posterior como para demostrar su equivocación. Wallace no solo ignora el consenso académico previamente existente, sino que también omite considerar los factores transmisionales que llevaron a la pérdida de toda la evidencia anterior al siglo ix. La afirmación a la que se adscribe actualmente es poco más que un «conteo de cabezas ecléctico» de los testigos sobrevivientes, el cual se basa en la maltrecha presunción de que estos podrían representar de manera precisa la situación transmisional total que vivió el Nuevo Testamento en los siglos anteriores al ix. No hay razón alguna que justifique aplicarse a un cuestionable conteo de cabezas en contra de un consenso académico previamente existente, y menos aun ignorar aquella evidencia versional y patrística contraria que apoya fuertemente la hipótesis de que el texto bizantino predominó desde la mitad del siglo iv en adelante.

La limitada cantidad de testigos sobrevivientes de antes del siglo ix es insuficiente para establecer la verdadera proporción de tipos textuales del texto de aquella era. Los datos más antiguos son demasiado limitados (en lo que respecta a la región alrededor de Bizancio) y demasiado localizados (en lo que respecta a la región alejandrina o egipcia) como para que un mero conteo de cabezas revista autoridad alguna, puesto que un censo tal no tendría probabilidades de ser representativo de los siglos más antiguos. En palabras llanas, Westcott y Hort estaban en lo cierto en cuanto al predominio bizantino post-siglo iv. La promoción de una «historia revisionista» en esta discusión particular deja entrever un muy peculiar tipo de romanticismo ilusorio, por causa de ser tan pocos los manuscritos sobrevivientes de antes del siglo ix.

Comentarios finales

Cualquier unidad variacional puede ser evaluada de forma exitosa desde una perspectiva de prioridad bizantina, y todas las unidades deben ser examinadas cuidadosamente cuando se trate de buscar la reconstrucción del texto original. Aunque algunos ejemplos de análisis hechos con el enfoque de la prioridad bizantina han aparecido en el presente ensayo, es imposible presentar, dentro de los límites de un estudio corto, una discusión completa o comprehensiva de todas las variantes. Si bien se puede proveer en un estudio breve un análisis de algunas unidades variacionales individuales importantes, una examinación crítica textual realmente completa debe cubrir muchas unidades, una tras otra, dentro de una porción dada de texto. La mayoría de las unidades variacionales requieren análisis extensos que lleven a poder determinar el texto de manera convincente; con frecuencia, los resúmenes cortos se ven debilitados por la imposibilidad de presentar todo el material que es de relevancia para una unidad variacional dada164. El presente autor ha ofrecido en otros escenarios algunos ejemplos detallados que ilustran los principios de trabajo y las conclusiones de la hipótesis de la prioridad bizantina en comparación con los de la hipótesis del eclecticismo moderno165.

Si bien el presente ensayo no puede presentar una exposición detallada de la teoría de la prioridad bizantina, sí provee una visión general de sus presuposiciones, principios y praxis, mostrándola como una teoría legítima bajo la sombrilla más amplia de la crítica textual del Nuevo Testamento y como una alternativa viable al eclecticismo moderno. La hipótesis de la prioridad bizantina es mucho más compleja de lo que podría parecer a simple vista; no promueve un enfoque ecléctico simplista ni una mirada teológica empecinada en defender un resultado predeterminado dado. La determinación final del texto sigue siendo problemática en muchos casos, aun a pesar de que la metodología bizantina favorezca de forma especial la evidencia externa. No se debe esperar tener una certidumbre absoluta en relación con el texto del Nuevo Testamento en toda su extensión, dadas las limitaciones presentes en cuanto a la preservación de la evidencia. Partiendo de cualquier teoría, cerca del 90% del texto original del Nuevo Testamento es considerado como recuperado con certeza. La teoría de la prioridad bizantina simplemente busca extender dicha cifra, siguiendo principios razonables de evidencia interna y externa, balanceándolos con factores históricos y consideraciones acerca de la forma en la que un texto puede ser transmitido a través de manuscritos.

La hipótesis de la prioridad bizantina no ofrece nación ni albergue para aquellos que no quieran trabajar diligentemente, ni para aquellos individuos que, en violación del espíritu de la Academia, tengan como propósito defender una perspectiva teológica sesgada o una traducción en particular. Por el contrario, la teoría bizantina manifiesta una perspectiva convincente y lógica que se puede mantener en pie por mérito propio. Esta busca explicar la evidencia sobreviviente que los ecdóticos tienen a su alcance para aportar al objetivo de establecer el texto original del Nuevo Testamento griego canónico.

La hipótesis de la prioridad bizantina tiene una consistencia metodológica que no se puede predicar de las alternativas eclécticas modernas. Esta consistencia se deriva del énfasis puesto en hacerla una teoría basada principalmente en el estudio de los documentos históricos (ideal ya defendido por Westcott y Hort). A esto se suma su enfoque en entender los principios de evidencia interna en el marco de consideraciones transmisionales e históricas. Cualquier intento de llegar a una aproximación sólida del texto original del Nuevo Testamento o de reconstruirlo definitivamente va a fracasar repetidamente si se aparta de estos axiomas esenciales.

Las dificultades del eclecticismo moderno han sido reconocidas desde hace tiempo. Colwell declaró en 1955: «La gran tarea de crítica textual que tiene la generación de académicos que están actualmente empezando a trabajar es reescribir la historia del texto y volver a crear las teorías»166. También, Kenneth W. Clark dijo en 1968:

Necesitamos una historia crítica de la transmisión… Un nuevo ángulo, algún experimento novedoso debe intentarse si queremos hacer algún gran descubrimiento en nuestros días… Esta es la necesidad fundamental que hay que suplir antes de que podamos proseguir a realizar una completa y sistemática revisión del texto crítico. El remedio que necesitamos solo puede venir a través de un mejor diagnóstico. El verdadero diagnóstico será, necesariamente, uno nuevo, uno diferente167.

Epp en 1974 declaró que «el establecimiento definitivo del texto del Nuevo Testamento solo se puede lograr a través de la reconstrucción de la historia de su texto antiguo… Obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo»168.

Clark y Epp están en lo cierto: durante el último siglo, el eclecticismo ha funcionado sin tener una historia integrada de la transmisión textual. Que el texto que resulta de sus principios no tenga raíces en ningún documento específico, ni en ningún grupo de documentos o tipo textual, es un desafortunado efecto secundario de la metodología que el eclecticismo se impuso a sí mismo. El eclecticismo absoluto sigue siendo una empresa académica divorciada de cualquier consideración de evidencia externa; el eclecticismo razonado intenta encontrar un equilibrio entre los criterios internos y los externos. Sin embargo, ambos sistemas fallan precisamente en lo tocante a la historia transmisional: el texto en el que resultan sigue careciendo de soporte documental consistente y representa un popurrí de fragmentos, un collage de lecturas favorecidas por los investigadores, lecturas disparejas y extrañas unas de otras, tomadas de un conjunto de unidades variacionales aisladas169. En este respecto, la teoría de la prioridad bizantina no falla, sino que ofrece un texto transmisionalmente legítimo que tiene buen soporte en el contrafuerte de manuscritos que apuntala la forma textual bizantina. Si la teoría ecléctica moderna puede, con su texto tan problemático, asegurarse un nicho en la ecdótica del Nuevo Testamento, tanto más la hipótesis de la prioridad bizantina con su insistencia en que se establezca una base transmisional sólida antes de aplicarse los principios críticos internos y externos. La prioridad bizantina puede, por tanto, ser aceptada como una alternativa preferible a las teorías eclécticas modernas que, a final de cuentas, fracasan en su intento de presentar un texto «original» transmisionalmente viable.

A pesar de las expresiones de los eclécticos modernos en el sentido de lo que la crítica textual del Nuevo Testamento «realmente» necesita, el pensamiento ecdótico actual se está alejando consistentemente de los más altos ideales y objetivos. La especulación ecléctica actual involucra a unos escribas heterodoxos que predican haber preservado un texto más genuino que los ortodoxos170, así como una incertidumbre general acerca de si el texto original puede ser recuperado, o de si alguna noción de texto «original» puede ser promovida171. La hipótesis de la prioridad bizantina ofrece una clara alternativa teórica y práctica a las pesimistas suposiciones del subjetivismo ecléctico posmoderno. Las diversas escuelas eclécticas siguen trastabillando sin tener un cimiento de historia transmisional que explique y ancle el hipotético texto del Nuevo Testamento «que más les fue posible recuperar», aquel que han construido a partir de piltrafas y trizas de lecturas dispersas. Mientras tanto, la teoría de la prioridad bizantina permanece bien fundamentada y ciertamente bien viva, a pesar de las endechas y elegías que aún hoy se siguen lanzando en contra de ella172.

LISTA DE ABREVIATURAS

BibSac Bibliotheca Sacra
ExpT Expository Times
HTR Harvard Theological Review
JBL Journal of Biblical Literature
JETS Journal of the Evangelical Theological Society
JTS Journal of Theological Studies
NA27 Kurt Aland, Barbara Aland, et al., eds. Nestle-Aland Novum Testamentum Graece, 27th ed. (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1993).
NovT Novum Testamentum
NTS New Testament Studies
SD Studies and Documents
SQE Kurt Aland, ed., Synopsis Quattuor Evangeliorum, 13ra edición revisada (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1985).
WTJ Westminster Theological Journal
ZNW Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft und die Kunde der älteren Kirche
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